Hay muchos que estos días se vanaglorian de que haya partidos candidatos a los gobiernos que quieran volver a “lo bien que estábamos antes”, como si el hecho de poder besarnos abiertamente sin pandemia, no implicase que había gente que sólo pensaba en dar besos al pan. Quizá hoy, en el día Internacional del Beso, merezca la pena recordar esta novela de Almudena Grandes: Los besos en el pan. Porque es cierto que ni en las peores épocas de crisis ha habido toque de queda, pero como ella bien evidencia en su última columna para El País sobre El año del descubrimiento, siempre creemos que tenemos buena memoria, pero hay cosas, que no vemos.

El ser humano siempre ha tirado de sentimiento en épocas de crisis. Es quizá cuando aflora su mayor condición humana. Y es difícil redactar una novela sobre una crisis que, además, sufrió varios años de saturación por parte de los medios de comunicación. Quizá sea igual cuando todo pase y haya que escribir una novela sobre la Covid. Pero esta no se parece a sus Episodios de una Guerra Interminable, Los besos en el pan habla más del presente. Un puñado de gente que orbita alrededor de los ojos del lector y que aunque pongan el foco en un barrio céntrico de Madrid, bien podrían estar ilustrando a toda una sociedad.

Los besos en el pan cuenta, de manera sutil y conmovedora, cómo transcurre la vida de una familia que vuelve de vacaciones decidida a que su rutina no cambie, pero también la de un recién divorciado al que se oye sollozar tras un tabique, la de una abuela que pone el árbol de Navidad antes de tiempo para animar a los suyos, la de una mujer que decide reinventarse y volver al campo para vivir de las tierras que alimentaron a sus antepasados… En la peluquería, en el bar, en las oficinas o en el centro de salud, muchos vecinos, protagonistas de esta novela coral. Aprenderán por qué sus abuelos les enseñaron, cuando eran niños, a besar el pan.

Como la mayoría de sus historias, las que versan sobre la verdad, las de Los besos en el pan están sacadas de los periódicos. Una serie de relatos sobre el hambre de la gente a la que le habría gustado comerse el mundo. Hambre en los colegios, en la sanidad pública, en la vivienda y los comercios. Forma parte de ese conjunto de novelas premonitorias, que, irónicamente, estaba hablando de nuestro pasado, presente y futuro. Gentes, que al fin y al cabo solo buscaban una mejora que no ha llegado.

Una reflexión sobre la solidaridad colectiva representada en tres generaciones. Aquellos abuelos que en una época besaron el pan. Los adultos que tiene el recuerdo de ver a sus padres haciéndolo y los jóvenes, que han heredado otro tipo de pobreza. De fondo, la desesperanza de todas por no encontrar una salida a los problemas comunes.

Reflexionaba Almudena Grandes sobre si lo que ocurría era que en la España de 2008 nadie pensaba, quizá en la de 2021 pensamos demasiado. ¿Qué hemos, por tanto, hecho mal si en 2021 todavía hay gente que pone sus besos en el pan y al mismo tiempo hay gente que no espera otra cosa que poder volver a poner esos besos en los demás?