Fotografía: Ana Portnoy.

Rafael Vallbona es contador de historias, olfateador de ellas. Habla con la misma facilidad que escribe. Claro y conciso para contarnos sobre su experiencia de años en el oficio de escribir. Es periodista, escritor y guionista de radio y televisión y profesor en la Facultad de Comunicación Blanquerna en la Universidad Ramón Llull.

Colaborador en medios de comunicación como El Mundo y El Punt, entre sus galardones se encuentra los premios Amat Piniella y Néstor Luján de novela histórica; Ernest Udina de periodismo; Columna Jove y Ramon Muntaner de novela juvenil; Ferran Canyameres de novela negra y Jocs Florals de Barcelona de poesía. Con La casa de la frontera recibió en 2017 el premio de novela BBVA Sant Joan. Acaba de presentar su último libro: Els bons dies.

De cocinar, reconoce que ni idea, pero sobre la vida laboral, le dio uno de los mejores consejos su abuela: “niño, tú has de saber siempre con quien te juegas los cuartos”.

Cuando le hago nuestra clásica pregunta me pide que apunte. Y eso hago, el resultado. Una entrevista verídicamente interesante.

Últimamente le pasa que se sienta en el banco de la cocina, se pone a pensar y se queda en Babia. Y después todo son carreras y prisas. Pero como todas las mujeres de su familia, Carme puede con todo. Alguien tiene que hacerlo. Es lo que hay. La casa de la frontera. 

¿Recuerdas lo primero que escribiste?

Es que yo desde adolescente ya quería dedicarme a contar historias. Las primeras cosas las hacía en clase, me aburría mucho. Y las pasaba entre los compañeros. Hasta que me las pillaban los profes, claro.

Pero esta voluntad de contar historias siempre la he tenido y por ello fue por lo que posteriormente estudié Periodismo. Pensé que era lo más cercano para poderme dedicar a explicar historias.

«siempre pienso que las historias me han encontrado a mí»

Empecé a escribir poesía, en los años 70 era un género que estaba muy en boga en la literatura catalana. Tuve un buen maestro. El pobre se leía todas las chapuzas que hacíamos los tres o cuatro que empezábamos por allí pero claro, todos terminamos dedicándonos a escribir.

¿Qué cambia en el Rafael Vallbona que escribe narrativa al que escribe en medios?

Evidentemente hay un cambio de registro formal y técnico. Pero he intentado siempre conservar la idea que te decía antes, la vocación de contar historias. Y me gusta sobretodo contar historias reales porque yo siempre pienso que las historias me han encontrado a mí.

Yo andaba por allí y “¡pam!” de golpe y porrazo se te aparece una historia como al pescador se le aparece un banco de sardinas. Pero no es tan fácil. La cosa es saber encontrarla, pillarla y saber explicarla.

Creo que, probablemente, si tengo algún tipo de talento, consiste en esto. Saber olfatear dónde está la buena historia y con el tiempo saberla construir.

En las novelas uno puede escribir sobre lo que quiera pero en los medios ¿te han censurado o sugerido que cambiases algo alguna vez?

Hay gente que no se lo cree pero es absolutamente cierto. Yo he escrito durante 24 años en El mundo hasta este verano pasado. Simplemente cerró la edición de El Mundo Cataluña y lo han convertido en una triste corresponsalía, allá ellos con su negocio. Y nunca me han tocado una coma.

E incluso mi hija, que también es periodista, algunas veces ha leído artículos míos y dice: “¿Pero cómo es que no te han dado una patada en el culo?”. “Les estás bombardeando”. Me refiero a artículos de opinión, y así.

«A mi esta sensación de: ‘Aquí hay una historia’ me pone»

La verdad es que tampoco he ido a buscar el enfrentamiento. Yo se muy bien quién es el dueño de un medio de comunicación porque si no lo sabes, no te dediques a esto. Como decía mi abuela: “niño, tú has de saber siempre con quien te juegas los cuartos”.

Me llama mucho la atención los orígenes de tus historias, por ejemplo La casa de la frontera.

Sí, es tal como lo cuento en la novela. Conozco a esta gente, la quinta generación que son los hijos de Carme que es la protagonista de la trama central. Sus hijos tienen la tienda de bicicletas y de esquís en Puigcerdà. Y yo, que soy muy aficionado al ciclismo, pues un día tenía una avería y entré a ver qué tal. Flipé porque pensaba que era una tiendecita de pueblo y tenían un catálogo de bicicletas que flipas. De las mejores marcas.

Y fue muy bueno porque ellos me reconocieron. Me dijeron: “oye tú eres el que has escrito La comuna de Puigcerdà . Puigcerdá en el año 1936 fue una comuna anarquista de manual y habían leído el libro y me habían visto la típica foto de la solapa ¿Sabes? Esta foto que generalmente es horripilante e irreconocible. Y ahí empezó todo.

«la ultra derecha está más salida de madre y mas chula que nunca»

Un día su madre me dice que me quede a comer, hacía un frío de cojones. Nosotros bajábamos de un puerto de montaña en los Pirineos en el mes de marzo… imagínate. Me quedo a comer porque cualquier cosa es mejor que cocinar yo, que no tengo ni puta idea. Y ahí empezó a contarme las historias de la familia.

Me acuerdo de una frase que me dijo Carme: “Es que esta familia tiene una cantidad de historias que algún día se tendría que contar”. Es lo que te decía antes, lo del olfato. A mi esta sensación de “Aquí hay una historia” me pone. Francamente. En este caso fueron nueve años de ir hablando y que me fueran contando cosas.

Ruta literaria por Puigcerdà i la Cerdanya con 51 lectores/as de La asa de la frontera. En el centro, Rafael Vallbona. A su derecha, Carmen y su marido Pepito, dos de los protagonistas de la novela.

Ruta literaria por Puigcerdà i la Cerdanya con 51 lectores/as de La asa de la frontera. En el centro, Rafael Vallbona. A su derecha, Carmen y su marido Pepito, dos de los protagonistas de la novela.

Hablaba un día en una entrevista sobre si algún día superaríamos lo de hablar siempre desde un bando en las historias relacionadas con la Guerra Civil. ¿Tú que piensas?

Aquí pasan varias cosas. Es cierto esto que dices, que es un episodio no cerrado y cada uno lo cuenta como puede, quiere o sabe. Pero es cierto que probablemente es un episodio no cerrado porque la historia de España no ha cerrado este episodio.

Cuando todavía hay muertos enterrados en las cunetas, cuando la ultra derecha está más salida de madre y mas chula que nunca, esto quiere decir que estas cosas no se han cerrado bien. Cuando un señor como Amenábar hace una película y la ultra derecha entra en un cine en Valencia y levanta un cirio de cojones, es que no vamos bien.

«La ficción no es otra cosa que la realidad construida»

También. Te digo una cosa. Igual esto no se va a cerrar nunca. Es un episodio tan bestia, cruel y trágico que ha marcado tantísimo… yo no lo voy a ver, probablemente, que esto quede cerrado.

En aquel momento ese episodio fulmina a una generación, los hijos de la esperanza republicana, y los convierte en zombis de una derrota que no habían comido ni bebido. No habían nacido para ello. Es la generación de mis padres. Yo he visto esto en casa.

Me llama la atención esta frase de una de tus novelas “La verdad es ficción y las casas donde vivimos, su re- construcción”.

Cuando la gente dice: esto es ficción. ¿Qué quiere decir eso? La ficción no es otra cosa que la realidad construida. La realidad es un vector de 0 a infinito. Cuando coges una historia, troceas la realidad. La ficción es reconstruir la realidad.

Y las casas donde vivimos son nuestro contenido, porque la casa nos hace. Imagínate en esta casa que han vivido cinco generaciones de la misma familia desde finales del siglo XIX. Y se llama La casa de la frontera porque está justo al lado de la frontera francesa. Además, como era un hostal, el siglo XX no es que pasara por delante de la casa, pasó por dentro. Refugiados de la Guerra Civil, contrabando… Se han ido pasando la historia de manera oral y por eso la conservan.

¿Dirías que tus novelas son para gente joven o para gente más mayor?

A ver, yo se cuál es el target de lectores que tengo. Normalmente estás ahí enfrente de la pantalla y no ves nada más. Hago un libro y cuando he terminado siempre le digo a mi mujer: «no se si lo que he hecho está bien o es una mierda». Porque no tienes distancia. Por eso a mi me fascina conocer a los lectores. Lectoras fundamentalmente.

Pero no nos engañemos, la gente que lee, mayoritariamente es gente mayor. Es cierto que tengo una serie de novelas juveniles que funcionan muy bien porque hay algunas que llevan una barbaridad de ediciones y todavía siguen vendiéndose. Pero fundamentalmente yo se que cuando escribo una novela mis lectores van a ser de segunda edad tirando a tercera y rayando la cuarta.

Pero porque es la gente que lee, no por otra cosa. Y por cada 25 lectores, 20 son mujeres. Es una cosa de manual. En los clubes de lectura suelen ser 20 o 25 personas. 24 señoras y un señor. Y siempre es el típico señor que es el esposo de alguna de las que están allí y no se ha leído el libro. Dicen que lo leerán cuando se lo termine ella, siempre te sueltan esa excusa.

Tienes una cifra elevada de libros publicados ¿Cómo ha cambiado el mundo editorial? Ahora estáis sacando audio libros y libros en braille.

Sí, porque el último libro que he publicado (Els bons dies) es una novela corta y es el Premio Roc Boronat que convoca la ONCE de Cataluña. Era el señor que se inventó lo de la ONCE pero como era un diputado de Esquerra Republicana en el 1934, lógicamente, el franquismo fagocitó su idea y el pobre hombre murió en Suiza. Pero es el que se inventó eso. Él creó el Sindicato de Ciegos de Cataluña. Este premio a novela corta tiene una edición en braille y una edición en audio libro.

Lo encuentro fascinante. Tengo muchísimas ganas de encontrarme con los lectores invidentes para que me digan cómo ven ellos la novela. Porque ellos mismos lo dicen: «yo esto lo veo».

¿Más de Cultura y menos de qué?

¡Uy! Apunta. Menos estupidez, porque es ilimitada y cada día lo veo. Y en la estupidez incluyo sobretodo la incapacidad constante de ejercer la crítica o la auto-crítica. De ser serios y rigurosos. Más cultura y menos redes sociales o tonterías. Lo pongo todo en el mismo saco.

Hoy estaba pensando en esto por la victoria de Boris Johnson. Ayer escuchaba a Ken Follett ​que ha hecho una gira con otros escritores diciendo que el Brexit es un drama. Claro que es un drama, pero la gente lo ha votado. El problema de la gente es que es estúpida. Lo puedo decir más alto pero no más claro.

Precisamente las novelas de Rafael Vallbona no son para gente estúpida. Sino para aficionados a las historias de generaciones, de recuerdos y de empatía.