En los primeros minutos de Los Puentes de Madison, la voz en off de Meryl Streep nos imbuye en el comienzo de la historia de amor de Francesca Johnson:  «Se llamaba Robert Kinkaid. Era fotógrafo y estuvo aquí en 1965 haciendo un reportaje para el National Geographic sobre los puentes de Madison».

Lo cierto es que sólo la referencia a la mítica revista, ya nos lleva a pensar en Robert Kinkaid como fotógrafo, nómada, aventurero, aguerrido y por qué no atractivísimo. Algo épico envuelve el estupendo imaginario de National Geographic. Revista de referencia que hoy cumple 130 años de andadura.

Sus enorme fortalezas: su impecable calidad y lo extraordinario de sus fotografías, no en vano han publicado y siguen publicando los mejores periodistas gráficos del mundo en los rincones más insospechados, ofreciendo material increíble sobre fauna, flora, antiguas civilizaciones o rostros humanos, por apuntar sólo algunos de sus contenidos. En nuestros recuerdos se mantiene inalterable la imagen de la pequeña niña afgana de increíbles ojos verdes, tomada por Steve McCurry y publicada en la portada de junio de 1985. O la imagen, más reciente, de junio de este mismo año, obra del artista mexicano Jorge Gamboa donde un iceberg resulta ser una bolsa de plástico.

Con este última referencia enlazamos con el carácter decididamente ecológico de la publicación, incluso reivindicativo. National Geographic nació realmente como una Organización para la difusión del conocimiento de la geografía mundial, ámbito que trascendió inmediatamente a temas adyacentes. Y si bien a su publicación está calificada como científica, han sabido trascender también su público natural: profesionales y estudiosos de los temas que tocan, para llegar a un público generalista. Incluso llevar a cabo una publicación adaptada a los más pequeños National Geographic Kids o tener su propio canal de televisión.

¿Por qué hablamos de National Geographic en nuestra sección de literatura de MDC? Porque esta revista científica está empeñada en trascenderlo todo, incluso los kioscos. Pocos serán los que hayan envuelto pescado con las páginas del National Geographic, lo más probable es que tengan su lugar en una estantería. Francesca Johnson después de vivir su breve pero inolvidable historia de amor con Robert Kinkaid, se suscribió a la revista.

En algún lugar de la imaginación de Clint Eastwood, seguro, quedó guardado para siempre dónde coleccionó Francesca los números del National Geographic hasta la muerte de Mr. Kinkaid.