Fotografía: @consonni. 

La escritora Uxue Alberdi Estibaritz, nos vuelve a llevar por el camino de sus recuerdos a su infancia. En este caso, viajamos al Elgoibar de los años setenta, y más concretamente a la trastienda de dos hermanas , que da nombre a la novela. Una era costurera; la otra, bordadora. De los recuerdos rescatados por la propia autora, tomados de las voces de sus protagonistas, entre el sonido del ajetreo de gente, el teléfono y el sonido de las máquinas de coser surge el texto en euskera, originalmente, posteriormente traducido al castellano por Arrate Hidalgo, de La Trastienda, de la editorial Consonni.

Entre agujas, máquinas e hilo, montañas de discos rescatados de las inundaciones y algún que otro libro político, se va tejiendo la tierna historia de estas dos mujeres, a veces a modo de crónica, a veces más monólogo y otras conversacional, que termina por ser también la historia de esos pequeños empresarios del mundo local. Comerciantes que llevan todos estos años luchando contra accidentes naturales, políticos y sociales, para que la lista de comercios que echan el cierre por las grandes superficies y lo digital, crezca más despacio.

Una librería la de La Trastienda, que es testigo de inundaciones, detenciones y atentados, txikiteos, nacimientos y muertes. La escritora, también bertsolari, Uxue Alberdi, nos atiende al otro lado del teléfono, hemos interrumpido su propia lectura de Agua dulce, de la nigeriana Akwaeke Emezi. Pero lo hacemos por una buena causa, para descubrir los secretos que entraña la inspiración que le llevó a escribir esta novela.

Al principio nos metes en la historia y creemos que vamos a conocer un relato casi histórico y poco a poco lo vas convirtiendo en un homenaje a los oficios tradicionales ¿Eso estuvo ahí desde el principio?

Creo que me ha permitido hacer un texto híbrido. Para mi ha sido un proceso o una labor bastante especial escribir esta Trastienda. Porque esa trastienda que se refleja en el libro es uno de los paisajes más íntimos de mi infancia.

Creo que hay dos partes. Me gusta mucho el símbolo de la máquina de bordar que funciona con dos hilos que explica Marijo en el libro. Sería el hilo guía, el que viene por debajo y el hilo de color que viene desde el eje de arriba y que borda un poco el resultado.

«para mi la desaparición de la tienda es un poco la dilución de la madre como símbolo»

Creo que la escritura es un poco lo mismo. El hilo guía sería el impulso que lleva a la autora a centrarse en esa historia y no en otra. A pasar un montón de horas dando vueltas alrededor de unos personajes y unos paisajes recuerdos, ritmos tiempos… y luego está el resultado.

¿De dónde partía este impulso? 

En este caso partía de un impulso muy íntimo. De una nostalgia anticipada incluso. Creo que es un impulso muy común en la literatura, que es intentar atrapar el tiempo que se nos escapa.

La Trastienda es la trastienda de mi madre y de mi tía. Creo que me afectó la inminente desaparición de un paisaje íntimo. Mi último vínculo con mi pueblo natal, mi infancia y creo que para mi la desaparición de la tienda es un poco la dilución de la madre como símbolo.

«Cada vez que entro en la tienda siento un tipo de bienestar que está desapareciendo en muchos lugares»

Había esa urgencia de preguntarme quién es mi madre, no solo mi madre biológica. Qué era todo eso que me precedía, de dónde vengo, un intento de volver a los orígenes río arriba. Partí de una pregunta a mi madre y a mi tía que era: “¿Estaríais dispuestas a reunirnos en la trastienda para recoger la historia de esta tienda y las historias que han pasado en la tienda, la trastienda o alrededor de esta tienda?”. Y ahí viene ya el otro hilo, yo pensaba que a través de la historia de la tienda y de las historias que han sucedido se podían contar muchísimas cosas.

¿Cómo fue ese proceso? 

Nos reunimos desde octubre de 2019 hasta marzo de 2020. Yo tenía más de 50 horas de grabación de voces. Sus voces se mezclaban con las de los clientes, los comerciales los transportistas, el teléfono, el ruido de las máquinas de coser. Cada semana iba trabajando lo que iba grabando y, según lo que iba apareciendo en esas grabaciones, iba también modificando mis preguntas.

En seguida me di cuenta de que la voz narradora debía ser suya, que en este caso yo tenía que apagar mi voz de escritora y aguzar la vista y el oído. Preguntar y escuchar bien. Estar muy atenta a lo que necesitaba el texto. Des familiarizar lo familiar y preguntar en busca de ritmos, de espacios, de personajes, léxico, descripciones, movimiento, escenas…

«sabía que tenía que tejer el texto al igual que tejen ellas»

Todos estos temas estaban ahí antes de empezar. Cada vez que entro en la tienda siento un tipo de bienestar que está desapareciendo en muchos lugares. Quería atrapar esa manera de estar en el mundo, en comunidad, de entender el trabajo. Creo que muchas cosas, de las cuales algunas era consciente y otras no, han ido apareciendo en el camino y les he ido poniendo nombre.

Me gusta mucho cómo los diálogos interrumpen la narrativa. Una conversación que interrumpe el monólogo. Cuéntanos un poco sobre este recurso.

Si, también quería tejer un texto que se pareciera un poco al alma de esa trastienda. Es una tienda que ha ido cambiando, no es una tienda especializada, tampoco es una tienda elegante con mucha elevación. Según lo que se necesite, «te lo hago». Yo sabía que tenía que tejer el texto al igual que tejen ellas.

Ellas cosen, bordan pero no cosen trajes de noche. Cosen trajes de carnaval. Quería utilizar las palabras como ellas utilizan las telas. En seguida me di cuenta de que tenía que huir de muchas clases de elevación que muchas veces vinculamos con lo literario. En este libro casi no hay frases subordinadas, no hay trama, casi no hay personajes. Las narradoras tienen más peso que los personajes.  Es un libro tejido con material anti literario.

«Han sido preguntas muy interesantes desde el punto de vista literario y también feminista. A quién le damos voz, a quién no»

Todo el rato sentía miedo del reto, porque era como hacer lo contrario de lo que he estado haciendo hasta ahora. Con todo el trabajo que me ha supuesto y me sigue suponiendo el aprender a escribir, que es una tarea difícil. Pero me daba cuenta de que tenía que escribir con telas de saco, de satén barato, con brillantinas, plumas… como lo hacen ellas.

Buscar la belleza por otros medios. Ha sido también un proceso de des aprendizaje y muy interesante para mi porque me ha llevado a preguntarme qué es lo literario. A qué llamamos literatura, a qué no, cuales son las limitaciones de cada tipo de narrador. Qué pueden narrar estas narradoras y que es lo que no pueden hacer. Que es lo que me dan y qué es lo que no me permiten.

Han sido preguntas muy interesantes desde el punto de vista literario y también desde el punto de vista feminista. A quién le damos voz, a quién no. Sí que tenía muy presente la trastienda como concepto.

«para comprarme la introspección, la calma, el silencio o la soledad necesito también de esa socialización»

Las tres partes de la tienda física: El escaparate, la tienda y la trastienda pero también de una manera simbólica. ¿Qué es lo que se saca? ¿Qué es lo que se enseña? Qué se compra y vende? ¿Quién lo hace en cada tiempo y qué es lo que se esconde y se queda a resguardo?.

He ido aprendiendo y cosiendo a su ritmo porque yo cada semana venía con mi grabación a casa y empezaba a trabajar en la grabación de esa semana. Era trabajar con retales. Claro, cuando estás escribiendo ficción es un proceso muy anárquico pero tú te preguntas y tú te respondes. En este caso yo intentaba hacer las preguntas más adecuadas posibles sobre el tono, pero nunca sabía exactamente lo que iba a recoger. Era como echar la red y decir:  «bueno, a ver qué viene».

“Los libros no daban para matar el hambre”, ¿Ahora se puede vivir de escribir o cada vez menos?

Bueno, no se (risas). Si nos referimos a que el trabajo de la escritora es escribir esos libros que le nacen de dentro y pasarse las horas en esa historia yo solo de eso no puedo vivir.

Pero si que vivo de trabajos vinculados a la escritura o a la lectura que para mi es un poco lo mismo. Por lo menos está todo mezclado. Dirijo grupos de lectura, participo en mesas redondas, nos llaman para dar charlas.. y luego yo soy bertsolari.

Combino trabajos muy vinculados a la palabra y a la comunicación, pero muchas veces me gano el tiempo para escribir gracias a mi trabajo, digamos, más público.

Es curioso porque para comprarme la introspección, la calma, el silencio o la soledad necesito también de esa socialización, de ese ámbito público que a veces es cansado pero también te da mucho. Porque si no la imagen esa del escritor o escritora aislado en su mundo difiere de mi realidad.

En Jenisjoplin ya tiraste de la memoria colectiva. ¿Cómo prevés que será la identidad colectiva de aquellos que escriban en el futuro sobre la época que estamos viviendo ahora, en los últimos años, del internet, las redes sociales, la globalización…?

No tengo ni idea. Es que además soy malísima pensando en futuro (risas). O por lo menos es la sensación que tengo. Además, a mi el ahora, esta realidad, me agobia bastante, me supera más bien.

Yo no estoy en redes, muchas veces por la velocidad, esa inmediatez a donde nos llevan las redes. A ese estímulo continuo, alucinación de la realidad…

Me acuerdo que una vez escuchando a Maialen Lujambio que decía que antes nos levantábamos por la mañana y encendíamos la radio o abríamos el periódico para ver o escuchar qué había sucedido en el mundo y hoy en día nos despertamos y encendemos el ordenador o el móvil para ver lo que nos ha pasado a nosotras. Cuántos likes tengo.

En este libro es totalmente otra comunidad y creo en la sensación de sujeción y de pertenencia que te da el roce humano, incluso cuando ese roce no es ni íntimo. Ese pasar de clientes, incluso clientes que no compran nada, vienen y te hacen alguna pregunta o miran los libros y se van. Creo que es importante ese paisaje humano que nos rodea.

Es muy diferente en las ciudades o en los pueblos. Yo ahora vivo en un pueblo pequeño y te das cuenta de que hay un montón de caras con las que te cruzas casi a diario quizás no sabes nada de ellas, nunca has hablado con esas personas pero pertenecen a tu mundo y te siguen sujetando. Es como si esa presencia continua nos sujetara. Creo que la realidad virtual de hoy en día es otra cosa que seguro que modificará nuestras mentes, cuerpos pero no se qué tipo de textos ni realidades nacerán de esto.

Hay un buen directorio de títulos de películas y libros camuflado en el libro, ¿Qué historias son las que le gusta consumir a Uxue Alberdi?

La verdad es que veo muy pocas películas y audiovisual desde que fui madre (risas). Tuve que decidir qué hacer con mi escaso tiempo libre. Entonces, cuando tengo un rato, siempre leo y escucho la radio. Me gustan mucho los podcast pero lo mío es la lectura y mi compañero es quien ve las películas y las series que ve todo el mundo y yo le pido que me cuente de qué van (risas).

Me gusta la buena literatura pero de todo tipo. Ayer empecé el libro Agua dulce que lo tengo aquí. Es de una escritora nigeriana Akwaeke Emezi. Me está pareciendo una pasada de libro. Estaba, justo antes de que me llamases, totalmente enganchada.

Leo mucho tanto para los grupos de lectura que dinamizo como de lo que me recomiendan mis dealers literarios. Una red de amigas lectoras, escritoras, traductoras que nos vamos recomendando. Tengo la suerte de tener la librería en casa, entonces, siempre voy picando.

¿Más de cultura y menos de qué?

Menos de fútbol, porfa.

Uxue Alberdi Estibaritz (Elgoibar, 1984). Escritora y bertsolari. Es autora de relatos, novelas, ensayo, crónica literaria y literatura infantil. Ha recibido el Premio Euskadi de Literatura en dos ocasiones, en la categoría de literatura infantil y juvenil por Besarkada y en la de ensayo por Kontrako eztarritik (Reverso). Su novela Jenisjoplin fue galardonada con el Premio 111 Akademia y traducida al español y al inglés.