La invasión rusa a Ucrania ha agitado el planeta a veces con giros de guion dignos de telecomedia. A ver quién supera el gag de ver al bufo presidente Maduro ilusionado con una reunión en la Casa Blanca a cuenta del petróleo venezolano. Es lo que tiene la geopolítica y sus extraños compañeros de cama. También resulta tan triste como cinematográfico que una de las ciudades amenazadas por Putin sea Odesa, famosa por su escalinata, espacio fundamental de El acorazado Potemkin, estrenada en 1925 por Sergei Eisenstein y posiblemente uno de los films más analizado de la historia del cine además de homenajeado por Brian de Palma en Los intocables de Eliot Ness.

El acorazado Potemkin transcurre en el puerto de Odesa, uno de los más importantes del Mar Negro. El filme de Eisenstein está solo inspirado en la realidad y habla de un motín a bordo del Potemkin y de una masacre de civiles que mostraron su apoyo a los marineros insurgentes. Eisenstein convirtió un episodio de guerrilla urbana que ocurrió por la noche en una masacre contra la población civil a plena luz del día.

El film de Eisenstein era de propaganda soviética y también en esta guerra la propaganda está siendo esencial. Y los gestos comerciales, los boicots y las sanciones económicas. Putin tiene a más de medio planeta en contra de su salvaje y criminal ofensiva, gran parte del mundo ha decido aislar a Rusia y el mundo del cine no ha tardado en contestar y posicionarse.

Hace poco conocimos idioteces como la perpetrada por la Filmoteca de Andalucía, que anuló la proyección de Solaris, de Tarkovski, cineasta reprimido por el régimen soviético. Su argumento fue que seguían consejos de la EFA, Academia Europea del Cine creada por Wim Wenders y que anunció que se ha unido a las sanciones contra Rusia. En su comunicado, condenaba la guerra iniciada por Rusia. “Se debe respetar la soberanía y el territorio de Ucrania. Las acciones de Putin son atroces y totalmente inaceptables y las condenamos enérgicamente y excluirá las películas rusas de los Premios del Cine Europeo de este año. Lo que más nos preocupa es el destino de los ucranianos y nuestros corazones están con la comunidad cinematográfica ucraniana. Somos plenamente conscientes de que varios de nuestros miembros luchan con las armas contra el agresor”.

También el Festival de Cine de Toronto ha prohibido las delegaciones oficiales rusas y el Festival de Cannes tampoco ha dudado en mojarse mostrando todo su apoyo al país ucraniano al tiempo que ha hecho una advertencia a Rusia: “Mientras el mundo se ve afectado por una fuerte crisis en la que una parte de Europa se encuentra en estado de guerra, el Festival de Cannes desea extender todo su apoyo al pueblo de Ucrania y a todos los que se encuentran en su territorio. Por modesto que sea, unimos nuestras voces a las de quienes se oponen a esta situación inaceptable y denuncian la actitud de Rusia y sus dirigentes”.

Además, el festival de cine más importante el mundo ha emitido una prohibición para cualquier delegación rusa: “Durante este invierno de 2022 el Festival de Cannes ha entrado en su fase de preparación. A menos que la guerra termine en condiciones que satisfagan al pueblo ucraniano, se ha decidido que no recibiremos a ninguna delegación oficial rusa ni aceptaremos la presencia de nadie vinculado al gobierno ruso”.

La industria del cine norteamericana, por supuesto, también se ha unido al boicot. Estudios de Hollywood como Warner (en pleno estreno de The Batman), Sony, Universal o Disney (a punto de estrenar la película de Pixar Turning Red) han anunciaron que bajo ningún concepto estrenarán sus películas en Rusia.También Netflix se ha ido de Rusia tras negarse a emitir propaganda del gobierno (al pertenecer al registro de servicios audiovisuales estaba obligado a hacerlo desde el 1 de marzo).

Lamentablemente, todos estos boicots no dejan de ser un flagrante ejercicio de cinismo e hipocresía. Ante las brutales agresiones a pueblos y derechos humanos de países como Israel, Turquía, China o Arabia Saudí, ni a Warner, ni a Sony, ni a Universal, ni a Disney, ni a Netflix se le ha ocurrido retirar sus películas. Tampoco a la EFA, Toronto o Cannes hacer tajantes comunicados. Es lo que tiene la geopolítica y sus extraños compañeros de cama.