La tecnología no puede enamorarse. El amor no debe actuar como una máquina. Pero ambos funcionan como una simbiosis animal. Los seremos humanos sedientos de no estar solos nos convertimos en un chorlito egipcio que come de la gran boca de un cocodrilo tecnológico. Somos conscientes del peligro que sucumbe caer ante las semejantes mandíbulas de un gigante, pero el hambre voraz de dar y recibir amor, nos despoja de todo miedo. La sociedad nos dice indirectamente que todo está preparado para que no estés solo. ¿Y quién necesita a alguien si tenemos un móvil? En un capítulo de American Horror Story: Hotel, uno de los fantasmas lloraba ante una posible soledad eterna perdida en el limbo. Frente a su necesidad, imposible de saciar, otro ser etéreo le ofrece un móvil cargado de mil app sociales. «No tienes que salir al mundo para ser parte de él, en estos tiempos nadie tiene que estar solo, ni por un segundo». No hago más spoilers, pero con tal sentencia, el fantasma enseguida comprende que no hace falta ni siquiera existir para poder ser alguien en el mundo tecnológico. Pero aquí también comienzan los problemas.

Te descargas Tinder porque un amigo te ha contado que a través de esa app ha encontrado a personas con las que ha conseguido olvidar a su ex. Formas un perfil donde tienes que rellenar unos datos básicos, tanto de ti, como de lo que deseas encontrar. Todo ello unido a Facebook, que es donde tienes a todos tus amigos cibernéticos y cualquier señal de gusto musical, cinéfilo o artístico. ¡Pero lo más importante es no olvidarte de la foto! Un frame de tu vida en el que salgas lo más favorecido/a posible. ¡Y ya está, estás dentro! A poca y larga distancia tienes una red de personas dispuestas a conocerte, (no todas, y lo sabes). ¡Ah! No olvides que para poder hablar con alguno/a de ellos/as tiene que existir un match mutuo. Entonces empiezas a deslizar el dedo de una forma mecánica, tu sí, tu no, tu sí…y compruebas que hay una considerable cantidad de humanos buscando compañía. Hasta aquí todo claro ¿Verdad?. Mucho mejor que Terra Chat, donde para poder hablar con desconocidos te escondías bajo un seudónimo y un absurdo iconillo (la serpiente, por ejemplo). Si todo iba bien, el desconocido podía convertirse en conocido si pasabais al siguiente paso: hablar por messenger. Hasta aquí es toda la consciencia que tengo, bueno también sé que mis abuelos se carteaban mensualmente, sin iconos claro. Porque el amor siempre ha existido, sólo ha cambiado el medio. Pero en una involución que acabará transformándose en un capítulo de Black Mirror. ¿Por qué?

Aclarado todo el proceso en el segundo párrafo, conocido por cierta mayoría de lectores, entro en acción. No es un inconveniente para nada conocer gente a través de internet, la tecnología no tiene la culpa de nada, ya que ese tedio es sólo nuestro. El móvil no siente, eres tú el que a través de él sueltas todas las emociones (incluso con más valentía y fervor que en persona). Pero aún más triste es la conformidad, saber que eres un match, un like andante para satisfacer el mismo deseo que otra persona quiere. Pasamos fotos como si fuesen robots, como si detrás de cada retrato y descripción no hubiese ningún ser viviente, solo queremos la aceptación del «otro». La tecnología y el amor, esa simbiosis animal. Como chorlito egipcio exijo que se me conozca en persona, que cualquier app sea un medio y no una forma continuada para conocerme. Quizás ayer has deslizado el dedo sin fijarte, sólo por buscar un «me gusta», por saber que has gustado. Pero…¿y si cualquiera de esas personas que has decido no agasajarles con un click es el amor de tu vida?. ¿Una foto y un descripción de menos de un párrafo lo es todo? No lo sé, pero inconscientemente los descartes, a veces son los aciertos. ¡Nunca lo sabrás, porque después de un perfil, hay otro, y otro…así que más da!  ¿Acabaremos queriendo a alguien que no existe, como Joaquin Phoenix en Her?.

Y me gustaría que este último párrafo fuese a modo de carta, como la que se escribían mis abuelos. Pero quiero hablarle a tu persona del futuro, y si me permites, hacerlo a modo de buzón. «Querido/a X: Si todo continúa como hasta ahora, acuérdate del amor. De si eres capaz de hablarle a alguien por Instagram, salúdale por la calle. Un me gusta no es un desliz invisible en móvil ajeno. Un me gusta, es que alguien te lo diga a los ojos. Y por favor, nunca digas algo de lo que te arrepientas. Sé que es muy fácil insultar detrás de una pantalla, pero es lo más importante que tienes que recordar. No sabes por lo que realmente está pasando esa persona. Utiliza cualquier nueva app como medio de conocimiento pero date un tiempo, un respiro, en el que lo más importante es quererte sin necesidad de la aceptación ajena. Y por último, si estás enamorado/a, envíale una carta. No eres un número más. El amor no tiene hashtag, y tu nombre tampoco acompaña a un arroba».

Ojo, Tam Tam Go fue todo un visionario en 1999 con «Atrapados en la red». ¿Quién necesita más?.