Las Redes Sociales y Youtube han creado un nuevo negocio del que está más que comprobado que se puede vivir. Así, los jóvenes que se convierten en influencers, manejan cifras desorbitadas de seguidores e ingresan cantidades ingentes de dinero gracias a las marcas.

Sin embargo, el que todas las empresas quieran estar ahí ha terminado copando el mercado también. ¿Qué pasa si la mayoría se convierten en inaccesibles? Nace así un reducto denominado los nano-influencers, que tienen entre 2.000 y 5.000 seguidores y suelen estar especializados en moda, tecnología, viajes y deporte. Su principal actividad se centra en recibir obsequios por cada publicación, vídeo, fotografía o contenido que comparten de la marca y se han hecho un hueco importante en el mundo de la publicidad online.

La contratación no se basa en ser imagen de marca, como ocurre con otras personalidades más famosas del mundo de las redes sociales. Su escasa fama les exime de resultar inaccesibles y esto le permite a las marcas obtener el valor añadido de la recomendación entre sus amigos sin que parezca que se trata de un emplazamiento publicitario como ocurre con numerosas cuentas de Instagram en las que los seguidores se dan cuenta enseguida.

La saturación ha llevado a las empresas a preferir este tipo de personalidades que comparten contenidos más elaborados y de calidad que los que son simplemente un escaparate para las marcas. Además, que las nuevas generaciones estén acostumbradas a hablar de los productos que les gustan y ofrecer recomendaciones hace que la labor publicitaria sea más cercana al público objetivo.

Los expertos sitúan la cifra de nanoinfluencers en torno a los 8.000, pero es de esperar que ante la afluencia de marcas y precariedad laboral, cada vez sean más los que se sumen a este modo de ganar un sobresueldo. Las marcas que más utilizan ese método son las de cerveza, productos alimenticios como Danone o plataformas como Movistar. Es el negocio de los más pequeños, la rentabilidad de esta nueva mediocridad social.