Si algo nos ha convencido, desde el principio, a utilizar dispositivos electrónicos, virtuales y robóticos, ha sido todo lo que tiene que ver con la seguridad y la comodidad. En estos casos suele darse la paradoja de que todo lo que nos hace la vida más cómoda, tiene la cara b de tener que pagarlo en cómodas mensualidades, que a veces se acumulan y va formando una cuesta, más bien incómoda. Y respecto a la seguridad, la contradicción se encuentra en que, de pronto la empresa que nos ayuda a través de esos dispositivos, accede de tal manera a nuestra intimidad que directamente se instala con nosotros…

Hablemos por ejemplo del dispositivo Ring. De éxito rotundo en EEUU, llega a España convenciendo masivamente. Su apuesta, dirigida tanto a propietarios como a inquilinos, es incorporar un dispositivo que se adhiere a la puerta, junto a la mítica mirilla. A través de Ring cualquiera que llame a la puerta o simplemente de con los nudillos, podremos verlo en un vídeo que saltará a la aplicación en cuestión, instalada en móvil o tablet.

Después de ver quién está llamando a nuestro hogar, la aplicación nos permite hablar con esa persona, aunque nos encontremos al otro lado del mundo… Si la cuestión es que estaremos fuera de nuestro domicilio meses o años, esto también queda resuelto, porque tiene batería recargable.

Una de las controversias que se crearon a partir de este útil invento, fue la certeza de que los trabajadores de la empresa que comercializa el producto, tienen acceso, igual que nosotros, a esos vídeos que graba el dispositivo. Es ahí donde la línea que separa la seguridad de la intromisión en la intimidad se vuelve más delgada y menos atractiva.

Ante esto la compañía responde: “Nos tomamos muy en serio la privacidad y la seguridad de la información personal de nuestros clientes. Y para mejorar nuestro servicio, vemos y anotamos ciertas grabaciones de video de Ring. Estas grabaciones provienen exclusivamente de videos compartidos públicamente desde la aplicación Neighbors (de acuerdo con nuestros términos de servicio), y de una pequeña fracción de los usuarios de Ring que han proporcionado su consentimiento explícito por escrito para permitirnos acceder y utilizar sus videos para tales fines”.

Así que estén seguros de que en ocasiones debemos claudicar en pro de ciertas «comodidades», la pregunta es: ¿Estamos dispuestos?.