Fotografía © Javier Téllez
Cuando la historia afecta a la cultura

En el centro de la revuelta, donde las diferentes ideas y condiciones políticas luchan día a día por defender lo suyo, se erige desde hace años un teatro. El teatro de sombras natural de Siria que tiene su sede en Damasco. Algunos, como Javier Téllez, como bien adelantaba Carmen Jiménez en esta revista, han cruzado Europa y han mostrado esta tradición en nuestro país.

Este arte tradicional consiste en interpretar con marionetas que se confeccionan manualmente. Éstas se mantienen y desplazan ante un foco de luz trasero al escenario de una sala a oscuras. El resultado, la proyección de las siluetas en una cortina o pantalla colocada frente al público. Este juego de sombras finas y traslúcidas ha sido siempre la forma de expresión del pueblo.

Como si de una chirigota se tratase, los artistas han ido creando temáticas en torno a la crítica social humorística, poemas, pasajes en prosa, canciones y músicas, diálogos satíricos de los personajes.

Unas representaciones que a menudo se dan en cafés populares donde el público asiste al espectáculo de ver escenificados los momentos y sucesos de su vida diaria. Y aunque como muchos otros espectáculos tradicionales del mundo, otros modos de diversión lo han ido desbancando, ahora, está más que nunca en peligro de extinción.

Por eso, la Unesco ha incluido al teatro de sombras de Siria en su lista de elementos en peligro. Los conflictos armados han provocado el desplazamiento masivo de la población de la zona y esto atenta contra las formas de expresión de la cultura local. Lo que pretende la Unesco con este tipo de medidas es que se adopten medidas urgentes para evitar que se pierdan estas tradiciones.

Actualmente las representaciones han desaparecido casi por completo de los cafés y sólo tienen lugar en momentos especiales, si hay algún festejo o festival de teatro especial. Se ha reducido tanto la actividad que apenas quedan marionetistas en Damasco en activo.

Además del teatro de sombras sirio, la Unesco también ha inscrito otros elementos en su Lista del Patrimonio Cultural Inmaterial que precisan medidas urgentes para salvarlos.

Por ejemplo, los conocimientos y las técnicas de los medidores o alguaciles del agua de las foggaras del Tuat y el Tidikelt en Argelia, también las danzas tradicionales de Najicheván, comúnmente llamadas «yalli» en Azerbaiyán, su país de origen. Cerca del monasterio budista Wat Svay Andet en Camboya también se encuentra otra representación que merece ser salvada llamadas  «Lkhon Khol«.

En Egipto, las marionetas de guante que se conocen como «Al-Aragoz«, los tres ritos de paso masculinos de la comunidad masai en Kenia (llamados Ekinpaata, Eunoto y Olng’esherr) y por último la práctica meteorológica y astronómica Suri Jagek basada en la observación del sol, la luna y las estrellas en relación con la topografía local en Pakistán.

Hemos repasado en estas letras cómo los conflictos pueden dar lugar a obras de arte, sin embargo, es muy difícil no perder algo por el camino.