En este impás entre las tradicionales fiestas de San Isidro y la calurosa Verbena de la Paloma, aprovechamos para hablar de una bebida muy relacionada con la capital, pero que como con todo, tiene su historia más allá de la M30. El agua de cebada es una bebida refrescante que tuvo su apogeo entre los siglos XIX y XX y que se consumía en todas las verbenas. Su producción fue disminuyendo a medida que empezaron a comercializarse los refrescos industriales.

Pero el agua de cebada no es un invento de los cafés madrileños. Lejos de eso, su tradición viene desde el Siglo de Oro y se trata de un derivado proveniente de las «bebidas olorosas» de la época. Era (y es) una bebida muy típica entre el sur de Alicante y norte de Murcia. Por aquel entonces, se le atribuían propiedades medicinales contra la tuberculosis y las afecciones intestinales, pero a día de hoy su popularidad sólo encuentra rival entre los aficionados a la horchata, su homóloga chufera.

¿Cómo se prepara el agua de cebada?

Podemos hacerlo en casa y existen tutoriales (de qué no habrá tutoriales hoy en día). Comenzamos con una infusión de granos de cebada, que cocemos a fuego lento durante tres cuartos de hora. Este «agua sucia» que nos queda, lo endulzamos con un poco de miel y enfriamos. También se le puede añadir un toque de canela o zumo de limón.

Pero si lo tuyo no es cocinar, tienes que apuntarte en Google maps un sitio de Madrid donde todavía sirven esta bebida. Se trata de un kiosko situado en la calle Narváez, número 8, junto al Parque de El Retiro. Allí, los hermanos Miguel y José llevan el negocio familiar que fundaron hace ochenta años sus bisabuelos, los alicantinos Francisco Guilabert y Francisca Segura. Una buena oportunidad para saborear un resquicio de historia culinaria que se resiste a desaparecer. ¡Chúpate esa Coca-Cola!