“Las ovejas te dan lo que les sobra a ellas”. Baltasar Moralejo

Nos encontrábamos en la Feria de Artesanos y Comerciantes del maravilloso pueblo de Cercedilla, un pueblo del que, por mucho que conozcas, siempre te puede sorprender con algo más.

Nos gusta ir a esas ferias de artesanos y comerciantes porque casi siempre solemos encontrar sorpresas agradables en ellos. En este caso, salíamos ya con la economía mermada después de haber adquirido varias latas de espárragos y alcachofas de un pueblo de Navarra (las alcachofas estaban tan buenas que te las comías directamente, sin aliñar ni cocinar). Una tendera nos dio a probar Champán “On ice”, un curioso champán blanco helado que estaba buenísimo y ya, cuando estaba ya convenciéndome a mí mismo en un acalorado diálogo interior para no comprar nada más, mi compañero me dijo: –¿Has probado este queso?

Fuimos a probar el queso jurándome que sólo iba a hacer eso “probarlo”, así que lo probamos y pude constatar que estaba buenísimo, con un gran sabor y a la vez suave, como le manifestamos al que nos lo dio a probar.

-“Es el mejor queso del mundo”. Nos dijo.

-“Eso dicen muchos”. Dije yo.

Ante lo cual nos enseñó una hoja en el que se exhibían todos los galardones que había ganado ese queso, en una ojeada pude ver que había ganado un premio el “Worl Cheese Award” Medalla de oro 2018-19 y 2017-18.

-“Premiado durante los tres últimos años.”

¿De qué pueblo de Toledo es?. Pregunté, porque para mí, al menos hasta ese momento, los mejores quesos del mundo eran los quesos manchegos.

“No es de ningún pueblo de Toledo, es de Zamora”, contestó.

Mientras conversábamos, seguíamos cogiendo pequeños trozos de queso y, la verdad, estaba exquisito. Mi compañero y, a pesar de ello, amigo, veía en mi cara mi lucha interna por comprar el queso o no comprarlo, conteniéndome para no lanzarme a por la cuña. En un último y desesperado intento por controlarme pregunté:

“¿Cuánto vale esta cuña?

Barato no era, claro, pero tampoco tan caro como para que se me quitaran las ganas de comprarlo. Al final, mi compañero (que por mucho que quiera, es buena persona), dijo:

“Pártenos esa cuña por la mitad” al vendedor y, volviéndose hacia mí dijo:

“Yo te invito”. Así que salí de la Feria con media cuña de ese excepcional queso.

En cuanto llegué a mi pueblo se lo conté al primer amigo con el que me encontré, un gran amante del queso que había tenido años ha, sus propias ovejas y para el que, según palabras textuales “Un buen queso es mejor que un jamón”. Así que nos emplazamos por la tarde para probarlo y que me diera su veredicto.

No contento con eso, me enfrenté a una prueba aún más dura, dárselo a probar a mi cuñado, diciendo que era el mejor queso del mundo. (Todos sabemos que un cuñado, un hermano mayor y algunos amigos por mucho que lleves lo mejor del mundo siempre tienen o han probado algo mejor que lo tuyo).

Salí muy bien parado de las dos pruebas, -incluso mi amigo me confesó que había tenido que cenar ligero de cómo se había puesto de queso-, así que, decidí ponerme a investigar por qué ese queso había sido elegido como el mejor del mundo.

Tanto su identidad como sus secretos los desvelaré en el próximo artículo de Más de Cultura. ¿Es este el mejor queso del mundo? II.

Mientras tanto, para ti, ¿Cuál es el mejor queso del mundo? El mejor queso que hayas probado en tu vida.