Vamos ya con nuestro tercer y último artículo sobre las bondades de un pequeño pueblo toledano: Los Navalmorales.

Por si alguien se acaba de incorporar puede ver los anteriores artículos aquí

  1. Pan y bollería

El pan nuestro de cada día, dánosle hoy” piden los creyentes en el templo, a pesar de que sabemos que hay que “ganarse el pan con el sudor de la frente”. “Negar el pan y la sal” a alguien es acabar con nuestra hospitalidad porque hay que llamar “al pan pan y al vino vino”.

Ningún alimento es tan sagrado, tan universal y tiene tanta historia como el pan. Se han encontrado granos de harina de Kalmut para hacer pan en las tumbas de los faraones egipcios y mucho antes aparecieron restos de lo que se conoce como “pan ácimo”. Es la base de nuestra alimentación. Nos podemos cansar de comer chuletones, merluza, tarta, de comer incluso jamón ibérico y langosta pero jamás de comer pan. El único alimento que consumimos a diario.

Aquí en Los Navalmorales de Toledo, aún quedan panaderías que resisten el paso del tiempo y siguen horneando diariamente el pan de manera artesana como la Panadería Murga o la panadería Florencio Martín. Las dos tienen un pasillo desde la calle hasta acceder al lugar donde se despacha el pan. Les proponemos una cosa: Párense hacia el final del pasillo, justo antes de entrar, cierren los ojos y aspiren el aroma que se respira, déjense inundar por él. Les traerá recuerdos de su infancia, ese olor a pan recién hecho, a harina natural. Uno de los mejores aromas con los que uno puede deleitarse. Haga esto antes de comprar el pan y, por favor, no lo interrumpa por mucho que oiga a alguien, no nos vamos a perder esa maravillosa sensación por lo que alguien pueda pensar ¿no?

Hablamos con José Ruiz Pinilla, que se encuentra al frente del Horno Tía Pepa, panadero de cuarta generación, aprendió el oficio de su padre pero quiso aumentar su saber y estuvo tres años estudiando panadería y pastelería en Madrid, antes de volver al oficio familiar.

Haciendo gremio nos dice que en el pueblo, en todas las panaderías artesanas, hay panaderos, al menos, de segunda generación. Queremos conocer su día a día, la rutina de uno de los oficios que quizá se está perdiendo por ser de los más duros. “Te tiene que gustar”, nos dice. Él se levanta normalmente a las 5 de la mañana –algunas veces en picos de trabajo ha llegado a hacerlo a las 3 y media-, para calentar el horno de leña de su panadería, ponerse a amasar y a cocer el pan y la bollería y así tenerlo todo preparado por la mañana. “Esto es de lunes a sábado y el domingo, aunque no se abre al público a veces hay que revisar la máquina, encender el horno…” Pero “da mucha satisfacción cuando algún cliente te dice lo bueno que estaba el pan. Hay que tener el anhelo hacerlo cada día un poco mejor».

Su panadería ha ganado 6 veces, de las nueve disputadas, el concurso de la Feria de la tapa de la localidad, donde además de las que sirven en los bares, las panaderías compiten en las tapas dulces (una idea bastante novedosa y que deberían exportar los técnicos de desarrollo local de otros pueblos). Aunque Pepe, elabora los dulces típicos de la zona: magdalenas, galletas, mantecados… su especialidad es, sin duda, el brazo de gitano, con el que se ha distinguido en numerosas ocasiones.

Es una delicia oírle hablar sobre el pan, habla de él con respeto, con admiración, casi con devoción. Como algo a lo que seguramente no le otorgamos el valor que tiene: “Cuando llegamos a casa con carne, preparamos la carne, igual con el pescado, ¿por qué con el pan no hacemos igual?” se pregunta. “El pan hay que llevárselo en bolsa de tela”. Es un sacrilegio meterlo en una bolsa de plástico, la tela le preserva del frío y la humedad, sus grandes enemigos. «Porque el pan es un ser vivo y hay que tratarle como tal», hay que esperar a que se asiente la harina, su olor y su sabor y nos confiesa un secreto, «tiene mejor sabor al día siguiente». Damos fe de ello, al día siguiente está buenísimo, pasado un pelín por la tostadora o la sartén para darle un poco de calor y quitarle la humedad.

No podemos terminar este artículo sin hablar de una de las maravillas que hemos descubierto: Las magdalenas de la Panadería Masada. Es un autentico placer probar unas buenas magdalenas. Hay una panadería en la Sierra de Guadarrama famosa por este producto, decenas de coches hacen una parada expresamente ahí para coger pan y magdalenas y luego siguen a sus pueblos de destino. Son sin duda buenísimas pero, podemos afirmar que las de esta panadería las superan en calidad, su olor, su textura, su esponjosidad son exquisitas y, lo más increíble es su sabor, saben a fresco,no se nos ocurre una manera mejor de definirlas, es algo que hay que probar.

  1. Patatas fritas

Son la piedra angular de todo aperitivo, es difícil encontrar a alguien que no les gusten las patatas fritas bien hechas. En este pueblo no podía faltar una Fábrica de patatas fritas artesanales, no en vano lo definimos como uno de los pueblos con mejores alimentos de nuestro país, lo cual es mucho decir.

Pruebe las patatas fritas de Los Sánsanos, están deliciosas, si no sabe donde encontrarlas vaya por la carretera principal y donde vea varios coches parados en mitad de la carretera ahí es. Están aprovisionándose de patatas fritas para llevar a sus casas.

Aquí también podrá obtener deliciosos churros los domingos por la mañana e incluso, si tiene suerte, algunos sábados por la tarde.

  1. Los Navalmorales, destino y punto de partida

Si hemos elegido este pueblo como uno de los que mejores alimentos dispone es, sin duda, por los ingredientes naturales y la manera artesana de elaborar sus productos, por la gran laboriosidad de sus platos y también por lo increíblemente baratos que son. Aquí el tiempo parece haberse detenido en algunas ocasiones y le aseguramos que por lo que cuesta una buena comida o una buena cena en algún restaurante top, puede pasarse aquí el fin de semana a mesa puesta y llevarse de vuelta algunos productos de excepcional calidad.

Como, desgraciadamente, no todo en la vida es comer y beber, también desde aquí puede realizar varias excursiones a lugares de una gran belleza e interés natural, histórico y cultural.

Ya apuntamos que es puerta de entrada al Parque Nacional de Cabañeros cuyo corazón se encuentra en el pueblo de al lado Los Navalucillos. A 30 minutos en coche puede realizar una excursión senderista al Chorro o al Rocigalgo (el pico más alto de los montes de Toledo) y sorprenderse de encontrar un bello paraje natural con robles, y abedules. El entorno tiene tanta humedad que podemos encontrar incluso brezo. Hace poco además han abierto una nueva ruta para hacer el trayecto circular.

Si va con niños puede hacer una ruta más asequible de una hora a la Encina centenaria partiendo de la misma caseta de información y disfrutando por el camino de la jara pringosa (cistus ladanifer), jugando con su tacto, su olor o la gran belleza de sus flores si llega en el momento adecuado.

A 20 minutos en coche puede visitar el Castillo templario de San Martín de Montalbán, con la posibilidad de concertar una visita guiada al mismo. En frente se encuentra la Iglesia de Santa María de Melque, una de las iglesias visigodas restauradas más importantes de la Península Ibérica, que cuenta con un interesante centro de interpretación.

Cuenta la leyenda que aquí fue donde se perdió la mesa de Salomón, ya que es el último emplazamiento en que estuvo, del que se tiene constancia, y hay quien asegura que vinieron hasta aquí destacamentos nazis en su búsqueda.

El pueblo de al lado es La Puebla de Montalbán, cuna del inmortal Fernando de Rojas, autor de La Celestina. Cuenta con una preciosa plaza mayor, una plaza castellana con pórticos en una de sus partes. Destacan el Palacio de los Condes de Montalbán, así como el Monasterio de las Monjas Concepcionistas y el Convento de los Padres Franciscanos y los arcos de La Manzanilla y de Tendezuelas.

A 15 minutos de aquí está sin duda uno de los lugares más bonitos y a la vez menos conocidos: Las Barrancas de Burujón, uno de los meandros del río Tajo que atraviesa la provincia y que muchos han comparado con una versión reducida del Gran Cañón del Colorado en Estados Unidos.

Si quiere perderse y encontrar el relax total coja el camino de Robledo de Buey hasta llegar a Piedra Escrita, atravesando pueblos de unos 20 o 30 habitantes. Posee una preciosa ermita románica que conserva su Pantocrator y que tiene como curiosidad ser uno de los pocos ejemplares que tiene el zócalo de cerámica tradicional talaverana. Desde allí hay un maravilloso lugar para el avistamiento de aves donde no le será difícil ver buitres e incluso algún águila. Si puede, llévese los prismáticos.

También es interesante conocer los numerosos centros de visitantes del Parque Nacional y hacer la ruta del Boquerón del Estena, donde podrá contemplar innumerables fósiles prehistóricos. Entre ellos las huellas de un gusano marino gigante de hace millones de años.

En fin, esperamos haber despertado su interés en conocer esta localidad, que se decida a visitarla y que la disfrute, al menos tanto como nosotros la hemos disfrutado.

*Agradecemos la colaboración de José Ruiz y Jaime Hormigos.