Imagina una fiesta en la que no importa de dónde vengas, qué vistas, de qué trabajes. Solo una celebración de la vida, un oasis del contexto social y del sistema político. Así, de primeras, puede sonar un poco utópico pero revisando la historia, comprobamos que es posible. Si ahora te decimos que esta festividad pagana y de excesos está relacionada con el origen de la Navidad y el nacimiento de Jesucristo, el asunto se vuelve más interesante. Hablamos de las fiestas saturnales.

Cómo nacen las fiestas saturnales

En la Roma clásica, hacia finales de año, los romanos celebraban unas fiestas paganas el honor a Saturno, dios de la agricultura y la cosecha en la mitología romana. La época coincidía también con el solsticio de invierno, cuando el sol sale más tarde y se pone más pronto. Esto implicaba que los trabajos agrícolas finalizaban, los campesinos y esclavos podían permitirse descansar unos días del trabajo diario.

Como el trabajo del campo había terminado, se le pedía a Saturno que protegiese los cultivos para que sobreviviesen al frío del invierno.

Durante una semana, se paraba el trabajo en el campo, se celebraban grandes banquetes, se visitaba a conocidos y se intercambiaban regalos. El ambiente propiciaba una relajación del orden social establecido. Los roles dejaban de tener sentido. Los hombres se vestían con ropas femeninas y las mujeres con ropas masculinas. Los esclavos usaban también vestimentas de sus amos y dejaban de servir durante unos días. En este pequeño marco temporal, las clases, fuertemente marcadas, dejaban de tener sentido y las interacciones eran horizontales. Se le daba la vuelta a las normas.

El vínculo con la Navidad

¿Cómo puede estar relacionada una fiesta pagana de ambiente carnavalesco con la celebración religiosa más importante de los cristianos? En estas mismas fechas, los romanos celebraban también el nacimiento de Apolo, el dios del sol, las artes, la poesía y la luz. Para los romanos, el día era el 25 de diciembre.

Cuando los cristianos llegan a Roma a mitad del siglo I, empiezan a adaptar ritos ya establecidos y los adoptan como propios. Durante el mandato del papa Julio I en los años 320-353, se fija la Navidad el 25 de diciembre y en el año 529, el emperador Justiniano lo declara festividad del Imperio.

En la Biblia, solo se sitúa la muerte de Jesucristo en la Pascua Judía pero no se especifica el nacimiento.