Lunes, de Eli Ríos. Fotografía: Consonni Editorial.

Eli Ríos, nacida en Londres en 1976, se ha criado el Galicia y es esa tierra, sus gentes y su lengua las que le sirven de inspiración para sus obras.  Es poeta, novelista, escritora de LIJ, ensayo e integrante de la Plataforma de Crítica Literaria A Sega. Sus novelas se han publicado en gallego. Llegamos a Lunes (Luns) gracias a la editorial Consonni y a la traducción de María Reimóndez. Un texto tramposo, basado en el monólogo de los dos personajes principales.

Nerea tiene la vida organizada. Puede considerarse una mujer de éxito según el estándar que marca la sociedad: es funcionaria, madre y está casada, además de tener casa propia. Sin embargo, un lunes recibe un diagnóstico de cáncer de mama que lo cambia todo. Se va a morir y tiene apenas dos meses por delante y mil cosas pendientes que no pueden quedarse sin resolver. La obra se hizo con el Premio Torrente Ballester de narrativa en lengua galega en 2016 y plantea múltiples disyuntivas que atraviesan las mujeres en relación a los cuidados, el amor propio e incluso su propia forma de comunicación hacia el mundo.

Eli Ríos nos atiende al otro lado del teléfono. Está a punto de entrar a un club de lectura, su estado natural, el contacto constante con la literatura. Precisamente de eso hablamos, aprovechamos para desgranar algunos detalles que nos ayudan a conocer mejor esta obra poliédrica.

No son tan habituales las novelas que basen todos los diálogos en formato monólogo, ¿Por qué tomaste la decisión de elegir ese formato para contar la historia de los personajes?

La elección de la voz en primera persona es porque las mujeres estamos silenciadas en la historia. Es muy difícil que encuentres un relato en primera persona de una mujer hablando de su lado «oscuro». Ese lado que duele, que lastima. Normalmente la sociedad lo que hace es atraparnos en una serie de cánones y tenemos que dar una imagen de madre abnegada, de que queremos mucho a los niños, de que podemos con todo… Como por ejemplo el caso de Nere.

Me interesaba entrar en ese lado al que le falta el postureo social. Quitada esa presión, necesitaba una sinceridad para hablar de un tema tan duro como es la violencia médica, patriarcal y machista. Necesitaba escuchar la voz de la persona.

Cuando hay un asesinato de una mujer escuchamos a la vecina que opina, o el «que la mató por amor». Escuchamos siempre la voz de los hombres opinando sobre lo que se supone que debería opinar la mujer. Quería darnos voz a esas mujeres que estamos las veinticuatro horas del día silenciadas.

Me gusta porque la novela es tramposa, juega todo el rato contigo para llevarte por distintos lugares y hacerte dudar hasta el final,  ¿La cuestión temporal ya estaba ahí desde el principio o se ha ido forjando a medida que la fuiste escribiendo?

Soy escritora de técnica. Cuando empiezo una novela se ya cuál es la última palabra de la novela. Es que soy Filóloga (risas) y necesito controlar todos los procesos.

¿Por qué un proceso corto en el tiempo? Porque es ese shock o impacto, el momento que nos hace cambiar. Podemos estar veinte años en una situación de maltrato y no identificarla como maltrato hasta que hay ese segundo que nos cambia la vida.

El momento de ruptura de Nere es un diagnóstico. Es justo cuando ella empieza a percibir que las cosas no están bien. Ella necesita un acompañamiento que no tiene. Está enferma y no puede estar enferma. Realmente la muerte no es importante al lado de la silla de Manuel. Ella empieza a darse cuenta de que en este proceso de ruptura ella no está o no existe.

Además de tu trayectoria como escritora, también eres parte de la Plataforma de Crítica Literaria A Sega, ¿En qué consiste?

Pues somos un grupo de compañeras que decidimos hacer aquella crítica invisibilizada por el sistema patriarcal. Una crítica que visibilice obras de mujeres. Obras escritas por mujeres. Independientemente de la lengua, la edad… etc.

Lo que hacemos es sacar reseñas u opiniones sobre libros escritos por mujeres y además hacemos una serie de talleres literarios, clubes de lectura… son espacios de seguridad. Espacios en los que las mujeres pueden hablar libremente sin ningún tipo de violencia.

Trabajamos desde el feminismo y la sororidad y además nos cuidamos muy mucho de que haya un tratamiento igualitario, de comadres, de iguales entre las mujeres que participan.

Además de eso, conocemos una serie de recursos y hay gente que acude a nosotras para pedirnos consejo. Como por ejemplo, buscando a alguna psicóloga feminista, compartimos todo este conocimiento de las necesidades que tenemos de las mujeres alrededor. Y sobre todo lo principal es crear red de apoyo.

Has dicho en alguna entrevista que creciste pensando que las mujeres no escribían por lo que hemos vivido muchas, que la literatura de los años de docencia se basa mayoritariamente en obras masculinas. ¿Cuándo empezaste a leer novelas o contenido escrito por mujeres? ¿Crees que ha habido algún cambio en ese aspecto?

En la universidad me empecé a plantear estas cosas pero mi momento de cambio fue con mis compañeras de A Sega. De repente tenía una universidad a mi alcance porque todas mis compañeras comparten sus lecturas y muchas no las conocía o no las había leído.

Me empecé a dar cuenta con un ejercicio muy sencillo que era darle la vuelta a los libros que tenían autoría de mujeres dentro de mi propia librería y me di cuenta de que en mi casa no había casi libros de mujeres. A partir de ese momento empecé a leer y a formarme en esto. Ahora mismo soy docente de literatura y el panorama sigue siendo igual.

Depende de las personas que tenemos interés en dar a conocer autoras pero los currículums siguen siendo igual. Lo que se pregunta en las EBAU sigue siendo igual. Seguimos en un momento de invisibilización, por mucho que esta gente de la ultraderecha nos digan «que es que ahora todo es para las mujeres». Pues mira, disculpa, es que hasta tenemos hombres como Carmen Mola intentando hacerse pasar por mujeres. Ocupáis todos los espacios de poder. Por mucho que nos pongáis de florero, donde se toman las decisiones, en los currículums escolares, en los medios de difusión… continúan siendo los hombres.

La cultura gallega está en auge, ¿Cómo has vivido tú el estigma del gallego? Porque yo, como nieta de gallegos, sí que tengo muy interiorizada la época en la que hablar gallego era algo de paletos y he visto la evolución.

Salgo poco de mi tierra y como soy gallegohablante las veinticuatro horas del día para mi es una forma de vida. Sí me molestan ciertas visiones desde los lugares de poder centralistas como Madrid pero nos pasa a todas las personas con otro idioma, a la gente gallega, vasca, catalana… todo lo que salga de ese centralismo es un poco peligroso.

Pero mira, para mi es beneficioso porque somos subalternas, es decir, hablamos desde otro lugar. Yo, por ejemplo, tengo mucho más en común con una persona quechua o una persona de Tamil Nadu que con gente de Madrid porque estoy hablando desde un lugar en la periferia. Yo puedo construir con una libertad que no podría construir en Madrid. Tengo una lengua y una cultura propia. Para mi es un beneficio antes de la visión de «paleto» o lo que quieras… al final es la visión de otra persona, no es la mía.

Y como lectora, ¿Qué historias son las que te apasionan?

Soy una hiper-mega-fan de las distopías. Me encantan y, de hecho, ahora, me acabo de auto regalar Frankissstein de Winterson así que voy de cabeza a las distopías.

¿Alguna recomendación?

Que me pare o corazón se te esquezo de Andrea Maceiras. Porque a ver si dejamos de hablar mal de la gente joven e intentamos comprenderla. Para comprenderla tenemos que documentarnos no expandir nuestra sabiduría de boomers. Este libro nos ofrece unas claves maravillosas de diversidad, de redes, de amistad… y ese es el otro lado que nos negamos a reconocer de la gente joven.

¿Más de cultura y menos de qué?

Y menos violencia.