Nélide Garimez elige ese seudónimo como homenaje a uno de los escritores en los que ha encontrado inspiración: Gabriel García Márquez. Recién iniciada en el terreno de la novela, ha auto-editado su libro: Juzgado de familia, un viaje al infierno.

Desde su experiencia como profesional en asuntos de consultoría de procesos, expone en sus páginas una reflexión sobre el sistema judicial en el asunto de mediación entre las familias. De paso, propone un puñado de mejoras para renovar un sistema judicial que considera desactualizado. Es lo que ella define, como un fracaso institucional. Hablamos con la autora de sus inquietudes sobre el asunto.

¿De dónde surge Juzgado de familia, un viaje al infierno?

Surge de la estupefacción ante una experiencia muy cercana de un proceso de justicia de familia largo. Destructivo, abusivo y humillante, que termina, desgraciadamente, con la burla judicial al mutuo acuerdo y el respaldo institucional a la interrupción unilateral de una custodia compartida.

Todo empezó por una diferencia de opinión, es decir, algo totalmente evitable según los parámetros de la cordura y la humanidad, pero la voluntad conciliadora de la protagonista es aplastada una y otra vez por todos los participantes: abogados, procuradores, funcionarios y jueces.

¿Qué hay en sus páginas?

En sus páginas hay “un trozo de vida sepultada bajo escritos judiciales repletos de mentiras descomunales”, como recoge la sinopsis. Me cuesta resumir todo lo que contiene, puesto que es un manual explicativo a pie de calle de un insufrible proceso judicial.

Es didáctico, quisiera pensar que preventivo, en el doble sentido de la palabra, ayuda a otros a conocer los escenarios y elementos de las causas judiciales y a prevenir para que en lo posible opten por esta vía tan poco resolutiva y tan dañina.

También es un compendio de consejos de auto-ayuda para no sucumbir a la depresión y a la rabia, le he añadido una buena dosis de reivindicación de la figura de los abuelos y su sufrimiento silencioso.

En sus páginas, el lector encuentra de casi todo: conversaciones con abogados, actuaciones judiciales, el día a día en el trabajo desfigurado y trastocado, la angustia por el esperpento en el que se convierte una sencilla diferencia de opinión, el desgarro de una madre apartada de su hija, una pincelada de la perversidad de la alienación parental, los errores judiciales que a “troche y moche” arrasan el honor de la protagonista…

Pero también contiene espitas de liberación y búsqueda del sosiego y la felicidad, de la lucha por la vida. Nos lleva de excursiones ciclistas por el Canal de Castilla, nos invita al acompañamiento por un sentimental Camino de Santiago, y otros viajes que no voy a desvelar.

¿Cuál es tu vinculación con el tema?

Mi vinculación es completa. Personal.  Como ciudadana de este país, para reivindicar la reforma del sistema. Es profesional por mi apuesta por la alternativa de la mediación y la enseñanza en la comunicación efectiva y cordial para que las familias resuelvan sus propios asuntos sin terceros, o con alguna ayuda puntual. Eese debería ser el objetivo de todos.

Has puesto en marcha una manera en la que más gente puede enviarte testimonios ¿los estás recibiendo? ¿De qué tipo son?

Si, los estoy recibiendo. De momento, como no he abordado una divulgación extensa del libro, me llegan la selección de una frase y su porqué, vamos poco a poco. Los conocidos que leen el libro me dicen que quieren darle una segunda vuelta para decidirse por una frase entre tantas. Es muy gratificante.

Espero, cuando se amplíe el público, poder integrar testimonios de situaciones parecidas y quién sabe lo que podremos conseguir.

¿Cuál es para ti ese fracaso institucional?

El fracaso institucional, según mi análisis, es no escuchar ni respetar a los protagonistas. No entender a los ciudadanos. Debería ser un deber de las instituciones. Es decir a los padres, madres e hijos. Es parapetarse tras abogados y procuradores “particulares” , como digo en el libro.

¿Te imaginas que para que te opere un cirujano de la seguridad social tuvieses que aportar un escrito de un médico particular para que te consideren los síntomas y dolencias?, pues si lo miramos “out of the box”- “desde fuera”, el sistema judicial de familia tal como lo tenemos hoy, sería así, ya que nos obligan a contratar a un abogado y procurador privado (cuyo objetivo es ganar dinero) para cualquier “tramite de divorcio, custodia, modificación de medidas… diferencia de opiniones”.

Hay varios “agujeros” en el sistema que propician y avalan toda clase de abusos, uno muy importante es el de los escritos judiciales de redacción libre. Permiten toda clase de insultos, juicios de valor por cualquiera de las partes, folios y folios en los que cada parte habla de lo que quiere, incluso los autos de los jueces tampoco tienen compromiso de atender todos los puntos de discordia.

Incluso niegan aclaraciones cuando no se entiende lo que sentencian. Esto se podría resolver con lo que yo llamo el “Documento Único de Desacuerdo”, al menos con algo semejante a esto. En algunos casos, se pondría un poco de cordura y sensatez desde el principio y el proceso tendría un hilo conductor único. Podría mantener cierta lógica. En definitiva, resolver algo en un plazo de tiempo razonable y satisfactoriamente para todas las partes.

Sin embargo, con los cambios que ha experimentado la unidad familiar tradicional en los últimos años, creándose nuevos núcleos familiares y estructuras fuera del clásico: madre/padre e hijos… ¿No deberían reformarse también los juzgados y revisar cláusulas que ya no sean aplicables a los tiempos actuales?

Efectivamente, tienes toda la razón, esta reforma es completamente necesaria. En muchos países ya se han puesto en marcha muchos elementos de adaptar los protocolos al siglo en el que estamos. Posibilidades hay muchas, desde un sistema tipo juez de paz para atender asuntos que comienzan siendo menores, una institucionalización de la mediación y el arbitraje, y también e importantísimo la enseñanza de la cultura de la negociación y del respeto, que debe estar respaldada por la propia judicatura. Facilitar un marco y estructura oficial de resolución de conflictos previa a cualquier intervención judicial.

Si me permites, quiero añadir, que con la crisis del coronavirus, la situación judicial, tanto ahora como después cuando se libere la actividad, puede ser catastrófica. Mejor momento, por necesidad, no puede haber para abordar una reforma, o por lo menos dar un paso en simplificar los procesos, de verdad, me quita el sueño pensar cómo pueden estar los juzgados de familia de saturados dentro de un mes.

Hay quien dirá que para escribir temas así hay que contar con una documentación fiable… ¿Cuál ha sido la tuya?

Mi documentación ha sido un caso real que he conocido muy de cerca, la investigación de otros casos similares un poco más de lejos. También, para el análisis y exposición de los hechos, he utilizado como herramienta mi experiencia profesional en consultoría de procesos, para aplicar la lógica más elemental sin dejarme enredar por las telarañas del:  “esto ha sido siempre así, esto son cosas jurídicas y no se pueden entender”.

Con esos razonamientos, las empresas e industrias estarían aún en la edad media ¿No? Para transmitir los sentimientos de los personajes he empleado mis mejores ocurrencias literarias, mi gran afición por escritura y mi humilde aspiración a la poesía.

En mi caso, como hija de una familia de padres separados, en nuestro caso preferimos alejarnos de toda medida judicial y llegar a un acuerdo que nos facilitase la vida sin tener que entrar en tribunales. ¿Crees que muchas familias se acogen a eso para evitar problemas?

Os felicito por vuestra opción de vía del diálogo, Está claro que no es algo habitual, sino los juzgados no estarían saturados. El problema es que no se favorece la negociación. No se respeta ni respalda por las instituciones.

El otro día, en una charla de profesionales de la mediación en la que participé, un juez ponente dijo tal cual: “entre los abogados se mantiene la máxima de: Si crees que tienes razón, no negocies, ve a juicio”. Así no vamos a otro sitio más que al fracaso.

También se apuntó que la mayoría de abogados consiguieron formación en mediación, pero ganan más dinero con juicios y costas y apelaciones. Todo ese torbellino. La cuestión es: ¿Quién se encarga de que los abogados cumplan su propio código ético de “no judicializar una causa si puede evitarse?.

Y otra pregunta: ¿Por qué tengo que pagar a un abogado para que explique mi causa si yo no soy analfabeta y estoy en mi sano juicio, valga la redundancia? ¿no soy capaz de hacerme yo sola la declaración de la renta y contribuir con mis impuestos al país y sufrago el sueldo de los funcionarios? ¿Por qué no puedo presentar yo una sencilla propuesta de gastos domésticos de los que sé yo más que cualquier abogado que no me conoce?

Has auto-editado el libro ¿Cómo ha sido ese proceso?

Ha sido un proceso muy fácil, la verdad, tengo que agradecer a la editorial Círculo Rojo su profesionalidad. Una vez aprobaron el manuscrito me fueron llevando de un paso a otro, hasta conseguirlo.

Aprovecho para agradecer especialmente el buen hacer y el interés que puso el equipo de maquetación. El problema viene después, con la divulgación, según parece es difícil hacerse notar si no tienes una gran nombre que te respalde.

¿Tienes en mente nuevos proyectos?

Si, la publicación de este reportaje-novelado, ha sido el primer paso para la constitución de mi marca profesional NG como profesional de la mediación, de consultoría de familia.

Por supuesto continuar como novelista, estoy ya preparando una segunda publicación. Me he enganchado a la escritura. Espero, con mi empeño personal y un poco de suerte o algo de ayuda, como la de Mas de Cultura, conseguir ayudar a muchos.

Como lectora ¿Qué tipo de literatura te gusta consumir?

Me gusta todo tipo de literatura, procuro leer en español e inglés. De nuestro idioma tengo preferencias muy dispares desde mi paisano Delibes, del que aprendí la potencia de las expresiones sencillas para transmitir la vida con rotundidad, hasta uno de mis favoritos, García Márquez (al que rindo pleitesía con el apellido de mi seudónimo).

Sus lecturas me han impulsado al empleo de metáforas y símiles para dibujar sentimientos. Según me dicen los lectores, consigo hacerlo con mucho acierto. De la letra inglesa por no alargarme: Ibsen.

¿Más de Cultura y menos de qué?

Más de leer, más de escuchar a nuestros mayores que saben mucho, escuchar a nuestros menores que preguntan mucho y nos hacen pensar, prestar atención de calidad a nuestros amigos y parejas, escucharnos a nosotros mismos para revisar nuestros razonamientos y nuestras convicciones. Menos de hablar sin pensar, sin documentarnos, sin escuchar, menos de juicios de valor rápidos.