La música es como el cine, necesaria para vivir. Como con todas las pequeñas cosas, no somos conscientes de la implicación que tienen los sonidos en nuestro día a día. Las melodías nos han acompañado en todo tipo de ritos ancestrales, tristes y alegres, nos ayuda a sentir de una forma más plena. Y de eso trata Herencia, la película que llega a los cines el próximo 14 de mayo de la mano de Begin Again Films. De cómo la música cubana vertebra la gran mayoría de costumbres y rituales del país.

El mestizaje y la mezcla de religiones hacen de Cuba un lugar muy especial. La llamada “cubanía” de todos los personajes que aparecen en Herencia logra aportar ese contraste entre lo antiguo y lo moderno, con la decadencia colonial que caracteriza a la Habana, tan admirada por el turismo.

Ana Hurtado consigue adentrarse en las vidas de un montón de personajes volcados en la música cubana, con sus diferentes realidades sociales. Es verdad que el pueblo cubano es muy acogedor y derrocha simpatía pero cuando vas con una cámara al hombro todo el mundo se suele poner nervioso. Aquí, tengamos más o menos calidad de imagen, los entrevistados hablan con naturalidad y confianza, como si estuviéramos tomando una cerveza (Cristal, por supuesto) con ellos.

Porque al final la música consigue eso, crear vínculos. Lo veíamos en películas como 7 días en la Habana y esa magnífica secuencia dirigida por Pablo Trapero donde Kusturica acude a La Habana para recibir un premio y termina interpretando una melodía con un trompetista de la isla.

De estas películas míticas de los 2000, también tenemos la hispano-cubana Habana blues, dirigida por Benito Zambrano. El largometraje se centra en la vida de dos músicos que mezclan música tradicional con rock y blues. Su catarsis comienza el día en el que deciden dar el salto internacional y venderse. Globalización o nacionalismo, comunismo o capitalismo, estas son las disyuntivas a las que se enfrentan.

Matt Dillon, al que recordaréis de películas como Algo pasa con Mary (si, el que le hace el boca a boca al perro de la vecina) es también un apasionado de la música cubana. El año pasado, concretamente, presentó en el Festival de San Sebastián un documental sobre la vida de una vieja gloria olvidada. El gran Fellowe comenzó a rodarse en 1999, después de que Matt Dillon entrara en una tienda de discos de La Habana y se encontrara con un vinilo de este showman y compositor que nación allá por los años 20. Desde entonces, Dillon se vio inmerso en las melodías de la isla y convirtió el homenaje a la historia de Fellowe, en un homenaje a la grandeza de la música cubana y a los artistas que hicieron carrera en el exilio sin perder su esencia.

Pero quizás, el documental que más repercusión ha tenido en Europa sobre la música cubana es, sin lugar a dudas, Buena Vista Social Club de Wim Wenders. El viaje de Ry Cooder a Cuba para conocer a Ibrahim Ferrer y esos súper-abuelos que se comportaban como niños y que lo estaban petando a nivel mundial. Wenders retrató sus vidas dentro y fuera de La Habana. Rodó en Amsterdam y en Nueva York, y la película estuvo nominada al Oscar a Mejor documental, toda una pena que no se lo llevara.