Es ya una de las películas que más ha dado que hablar desde su estreno. El año del descubrimiento es uno de los documentales más nominados (Mejor Documental y Mejor Montaje en los Goya y Mejor Película Dramática, Mejor Dirección, Mejor Guion y Mejor Documental en los Feroz) en estas semanas de premios de la cinematografía. Su retrospectiva sobre los hechos acontecidos en la Cartagena convulsa del 1992 ha conseguido llegar a muchos a pesar de sus 3 horas y 20 de duración. Parte de la responsabilidad de lo que vemos en pantalla, la tienen Luis López Carrasco y Raúl Liarte, que ya han pasado por estas páginas, pero en última instancia también el montador, Sergio Jiménez, con el que tenemos el placer de hablar.

Sería la primera vez que un montador gana en los Premios Goya por el montaje de un documental. ¿Es un cambio de era?

No vamos a abstraernos tanto pensando que es un cambio de era (risas). Pero sí que la verdad es que he fantaseado muchas veces con la idea de estar nominado y no me podía imaginar que iba a ser en estas condiciones. Pero los techos de cristal están siempre, son bastante infinitos.

«Es muy bonito que se ponga la mirada por tercera vez en la academia en el montaje de un documental»

Creo que soy el tercer montador nominado por un documental, a ver si a la tercera va la vencida. A propósito de eso, de que las categorías muchas veces están ocupadas por las películas de ficción y es injusto porque además la producción de no ficción en España no solo es muy abundante, sino que es magnífica. Estoy muy orgulloso, la verdad.

Precisamente, en el documental, el montaje es una pieza clave, no solo por la re-guionización, sino que confecciona absolutamente todo. Es muy bonito que se ponga la mirada por tercera vez en la academia en el montaje de un documental.

Tampoco es habitual que el montaje de una película tenga tanto peso en el resultado final. En el caso de El año del descubrimiento le da la mayoría de entidad que tiene. ¿Cómo se tomaron esas decisiones?

Cuando Luis y yo nos juntamos para trabajar juntos no tenemos ningún tipo de arancel. Diseñamos tal y como nos pide la película. De hecho, nos sincronizamos muchísimo con el material e intentamos que, además de que llegue el mensaje, darle la vuelta a las cosas y contarlas de otra manera. No por ser más originales que nadie sino, porque consideramos que todo vale y tiene que ser divertido. Nos tenemos que entretener nosotros para entretener también al público. No darlo masticado pero sí que sea digerible.

«Tuvimos que clasificar por emoción y por contenido»

Era muy obvio que con esos 45 testimonios no era de merecer ir directamente ni a los hechos de la quema de la Asamblea, ni siquiera a ese viaje estético que al final también redujimos. Teníamos que mantener ese cariño que nos dieron a nosotros y transmitirlo en el documental. Es por y para la gente.

¿Algo que se haya quedado fuera del metraje final que mereciese estar? 

Está claro, me parece que eran como unas 60 o 65 horas y no se si el 80% de todo eso eran entrevistas y testimonios. Entonces, con tal de ser fieles a las ideas originales de Luis y Raúl y a esa guía que fue en un principio el guion, tuvimos que clasificar por emoción y por contenido a todos esos personajes.

Llegaba un momento que la película empezó a dispararse de duración, lo cual no nos daba ningún miedo, pero sí que veíamos que la película podía llegar a durar cuatro o cinco horas y a propósito de esa digestión y de ese disfrute iba a ser bastante complicado.

«Cada editor tiene su propia mirada y su manera de reescribir la película»

Se quedó fuera el bloque del franquismo. Hay una suerte de elipsis en el tercer capítulo de la película donde empezamos a hablar de siglos atrás en Cartagena y llegamos justo a la época franquista y eso lo resolvemos con unas fechas sobre negro hablando del silencio que supuso el franquismo en Cartagena. Pero ahí teníamos muchísima gente que nos describía cómo lo vivió y lo padeció. Teníamos también a gente que había estado en la cárcel… una cantidad increíble de material que luego tuvimos que concretar.

De todas formas la película acaba encontrando su hueco, su forma y su fondo. El montaje es el arte de la renuncia. No solo escoges planos, generas ritmo. La película te pide lo que va quedándose fuera.

¿El año del descubrimiento habría sido totalmente diferente si no lo hubiésemos visto con esa pantalla partida y esos ritmos de montaje?

Totalmente. Yo disfruto mucho de mi profesión y estoy en la asociación de montadores AMAE que apenas tiene un año, ha contado mucho sacarla adelante. Soy muy consciente de que aunque la gente no se lo crea cada montador o editor tiene su propia firma.

No tiene nada que ver con los egos, cada uno tiene su propia mirada y su manera de reescribir la película. Entonces, cada uno le hubiéramos dado una manera.

Ahora que no nos escucha nadie: ¿Cuánto de quisquilloso ha sido Luis López Carrasco en los meses de montaje?

(Risas) Somos muy buenos partners entonces, teniendo en cuenta que fueron 9 días de rodaje y 9 meses de montaje, nos dio tiempo a vivir absolutamente de todo. Entonces, no te voy a mentir, sí, sufrimos bastante. Le propusimos a Luis la posibilidad de una pantalla partida en el rodaje además y decidimos que íbamos a darle un tiempo para ver si maridaba bien con el resto de material y en cuanto lo vimos pensamos que iba a ser muy guay.

«Cuanto más se trabaje en la pre-producción menos se sufre en la post-producción»

Había partes de la película que estructuralmente se montaban solas y luego hubo otras que nos costó muchísimo sacar adelante porque no había ningún otro referente con dos pantallas y nos costó empujarla.

¿Normalmente como montador, te implicas desde rodaje o sueles llegar más tarde en el proceso?

Hay de todo. También tiene que ver el sector donde tenga origen ese proyecto. En la industria los montadores suelen entrar ya en el rodaje porque el tiempo es oro y por si hay errores. También depende del hermanaje que haya entre directora y montadora. Cuando antes se entre, mejor. Porque si no luego todo son quejas y lloros.

Cuanto más se trabaje en la pre-producción menos se sufre en la post-producción. Pero muchísimas veces la visibilidad del montador no aparece hasta el final y nadie se acuerda. Que la pieza acabe bien en el fondo es una responsabilidad.

¿Cambias mucho cuando trabajas sobre documental con respecto a cuando el material es de ficción?

Yo al final como he sido muy versátil en la profesión he hecho y trabajado de todo. Llega un momento en el que desarrollas el instinto y abordas un documental igual que una ficción.

Primero siempre hay que verse los brutos y a partir de ahí la cabeza se dispara. Es verdad que en la ficción tienes un guion literal y tienes que ir al micro detalle, pero al final también tienes que estar preocupado por la estructura.

En el fondo, si miraras este documental yo juraría que tiene como 9 o 10 secuencias. En el fondo no está tan separado de una película de ficción. Aprovechando que hay muchos personajes, casi todos intentamos que tuvieran algún tipo de arco a partir de una intervención de una confesión. Que tuvieran su momento. Entonces, de esas 10 secuencias en el fondo sí los reduces queda una estructura de una peli bastante simpática. Quizá una noche loca en ese bar con las cañas y llegando a la siguiente noche.

¿Qué es lo último que has visto en cine o plataforma que como montador te haya fascinado?

Lo primero que se me viene a la cabeza es el montaje de «My Mexican Bretzel» me parece que también es bastante valiente y genera una propuesta bastante disonante. Como ejercicio y revalorización de lo que es el lenguaje cinematográfico me parece como muy interesante. Te puede gustar más o menos pero ahí se ve un nuevo registro.

Para quien todavía no haya visto la película, El año del descubrimiento sigue su camino en cines, el mejor lugar para disfrutar del montaje que Sergio Jiménez ofrece para la ocasión.