Al comentario habitual de «escribo mejor cuando estoy triste» se suma muchas veces el estigma de no entender la depresión como una enfermedad real y cada vez más común. Lo mismo ocurre con las enfermedades mentales de toda índole, que no siempre encuentran una representación o visibilización acorde al gran número de personas que las padecen.

Para muchos escritores, el mundo real no fue suficiente y por eso desarrollaron ciertas enfermedades mentales que les llevaron, irónicamente, a lograr los resultados que les catalogaron como artistas.

Sylvia Plath fue una a las que la depresión llevó en numerosas ocasiones a los hospitales y a la terapia de shock. Esta escritora inventó el concepto de los poemas leídos en voz alta cuando en 1962 leyó «Tres mujeres» en la BBC. Un poema feminista y antibelicista que habla de la maternidad.

En sus escritos, la muerte siempre estaba presente y aunque sus intentos de suicidio constantes eran tratados con medicación, la poetisa terminó falleciendo.

Otra escritora, Zelda Fitzgerald sufría trastorno emocional. Lo que derivó en una psicosis que la retuvo ingresada en una clínica psiquiátrica más de 10 años.

También sufría depresión el famoso Leon Tolstoy. Precisamente en su libro titulado «A Confession«, así lo manifiesta. Aunque su depresión le llevaba a tendencias suicidas, finalmente murió de pulmonía a los 82.

La autora de «La señora Dalloway» Virginia Woolf tuvo depresión por primera vez a la temprana edad de 15 años y no consiguió vencerla nunca llegando a estar hospitalizada. No tuvo una vida nada fácil para evitarla tras perder a su madre y a una hermana y sufrir abusos sexuales por parte de un hermanastro. Sus migrañas, las alucinaciones visuales y auditivas y la bipolaridad que le provocaba la enfermedad son algunas de las causas de inspiración que se le atribuyen. Una escritora más cuyo destino terminó siendo el suicidio.

Marcado también por su época, estuvo Herman Hesse, que desde bien pequeño vivía en estados emocionales dispersos por su gran creatividad. Una rebeldía adolescente no tan normalizada en su tiempo, le llevó a ser ingresado a los 15 años en una clínica mental. Sería su mujer la que desarrollase después esquizofrenia, aunque logró superarla gracias a la medicación.

Uno de los maestros de la literatura de terror, Edgar Allan Poe, sufría de bipolaridad y alternó toda su vida entre sus altibajos emocionales. El caso de su muerte resulta un misterio al nivel de sus historias, puesto que fue encontrado en la calle delirando vestido con ropas que no eran suyas. Terminó falleciendo horas después en el hospital.

Fran Kafka le puso nombre a la depresión en sus escritos como el más famoso: «La metamorfosis«. Autor solitario que sufría insomnio y fuertes migrañas, su trastorno tenía que ver con la depresión y la ansiedad que le provocaba estar en sociedad. Sin embargo, una enfermedad letal, la tuberculosis fue la que terminó con su vida.

La faceta de alcohólico es la que quizá más se conozca de Ernest Hemingway. Pero entre sus trastornos se encontraba la depresión, la bipolaridad y los brotes psicóticos. Por eso las teorías se encaminan a que se refugió en el alcohol.

Son algunos de los escritores con enfermedades mentales que forman parte de los grandes clásicos de la literatura. ¿Son quizá parte de la genialidad de su obra?