Que las historias acaben bien o mal siempre ha sido similar a la cuestión de la belleza: según quién lo mire. Lo mismo ocurre con la novela de Elisa Victoria: Vozdevieja. Lo que nace como un mote que deja mucho para intuir, se presenta ante el lector desde el inicio como una historia sobre las vísceras, sobre la sinceridad de los ojos de la infancia, que van tejiendo las telarañas que formarán la etapa adulta. Una maraña de experiencias que forjan la personalidad de lo que somos y que, amenaza, con acabar fatal.

Sin embargo, el carácter gráfico del lenguaje y la espontaneidad enternece a la par que divierte.  Ambientada en uno de esos años de descubrimiento para la protagonista, también estaba siendo un año, el 1992, de descubrimiento para España.

Y en concreto para Sevilla, donde se desarrolla la trama, que se erigía como una ciudad en pleno desarrollo gracias a la Expo. En el mismo contexto en el que se estaban desarrollando los Juegos Olímpicos de Barcelona y, a su vez, en Cartagena los obreros levantaban sus lanzas en contra del sistema industrial.

Es la primera novela de esta escritora y en ella explora los temas que a medida suelen ocupar los pensamientos de todos. La enfermedad, el sexo, la curiosidad o el deseo. Todo a través de los ojos de la protagonista. Marina es una niña de nueve años con el verano sevillano por delante, cargada de dudas, pero también de valor, se expresa libremente entre el mundo adulto que le rodea. Precisamente por su capacidad de análisis, impropio de alguien de su edad, en el colegio la llaman Vozdevieja.

Sus páginas nos llevan así a reflexiones muy cabales, contadas con un humor ácido y a menudo gráfico que suaviza y otras veces intensifica la gravedad de los hechos narrados.

Una amalgama de elementos para contar una historia sobre familias atípicas, educación y despertar sexual. Interesante el punto de vista de esta escritora sobre estos temas en el que, precisamente, hace hincapié en la necesidad de no infantilizar a los niños. Como ella misma sostiene, no podemos obviar la capacidad de razonamiento que tienen los más pequeños. Los niños piensan y mucho. Y a veces, sus argumentos podrían tener mucho más sentido que los de los adultos porque aún no están contaminados por los prejuicios.

Lo que, como lectores, nos lleva a diversos debates. ¿Es mejor proteger al niño de los problemas en la infancia o contárselos con la mayor claridad posible para prepararle para el mundo real?

Una historia liderada por mujeres fuertes en su mayoría y la figura de un hombre, el “padrastro” que es un “socio”. Una manera muy interesante de tratar las familias no-tradicionales sin demonizar a la figura masculina que actúa en el papel de “forastero”.

Sin llegar a indagar de lleno en el terreno LGTBI, la autora lo incluye e, indirectamente lo normaliza de la misma manera que con el resto de temas que pululan por las páginas de Vozdevieja. Es también una oda a las madres, esas grandes guerreras. Como si precisamente esa voz de vieja fuera la que nos va susurrando a medida que vamos leyendo el libro. Impregnando de conceptos complejos nuestra mente de manera, irónicamente, sencilla.