Miles de españoles han compartido “La gran metedura de pata de Pedro Sánchez” (así me enteré yo por WhatsApp y no entendí muy bien el problema). Acababa de ver por la tele los gritos a Sánchez por parte del facherío casposo reunido en Castellana. Enseguida recurrí a Facebook y leí al cachondo de Clonmilo de Orly: “Pues a mí que un presidente no tenga ni puta idea de cómo comportarse en un besamanos me parece un síntoma de madurez democrática”. Pienso igual.
Por mi salud mental, olvido lo reaccionario y servir que es mi país y a esa gente ridícula que dobla la rodilla ante un señor con barba y su señora. Ya lo escribió Gregorio Morán: en España se lleva el “reaccionarismo modernizado”. También que “es difícil construir una sociedad democrática cuando quienes han manejado el cotarro saben que el primer comisionista es el monarca y es el único impune e inmune”. Hablaba del papá del barbas, ante el que todos los medios oficiales doblaron también la rodilla en el día de ese tinglado que nos cuesta 600.000 euros.
Los españolitos que han hecho mofa del supuesto lapsus del Presidente (el error no fue suyo), jamás se han dejado preguntar si quieren que los Borbones sigan viviendo de sus impuestos. Supongo que es porque los que hacen la historia son los que la escriben en los libros de texto y en sus boletines informativos. En la propaganda.
A lo Men in Black, los nuevos partidos políticos le dijeron a los españolitos: “Miren a la luz”. Nada de república, para el “necesario consenso” toca monaquía. Y ojo: lo hicieron saltándose la línea dinástica. El criminal dictador decidió que sería rey el hijo y no el padre. Y ahora lo es el nieto sin una urna, sin un referéndum, nada.
Vuelvo a Morán: “Pocas cosas fueron tan conservadoras, tras la muerte de Franco, como los partidos políticos. Se convirtieron en la cuarta institución encargada de velar por la complicidad del silencio. A la Iglesia, el Ejercito y la Prensa se sumaron los partidos. Desde los primeros días de 1975 se inicia un proceso de desmemorización colectiva. Franco ha muerto. ¡Viva el rey!” (que diría Casado).
También ayudó la cultura oficial. Por ejemplo Julián Marías, padre del reaccionario columnista: “La monarquía fue la única forma de superar la Guerra Civil por no tener vinculación a ninguno de los beligerantes”. Una mentira como un piano, muy gorda: Alfonso XIII era un fascista repugnante y quiso entrar en combate con los golpistas.
Perdido en supuestas “meteduras de pata” en un acto ridículo y lleno de aspavientos medievales, el españolito olvida que miró a la luz, que la lucha contra Franco se basó en recuperar la República que pisoteó, que aceptó Borbón como animal de compañía.
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