Quien haya jugado alguna vez a videojuegos de simulación social como Los Sims ya sabe lo que se siente cuando uno se cree el amo y maestro del contenido audiovisual que ve en pantalla. Como si un diamante verde flotase sobre su cabeza, la nueva generación de Operación Triunfo y su ejército de fans en Twitter parece haber hecho lo propio con Noemí Galera, la directora de la Academia en este tercer año de su versión mejorada.

Twitter manda y si los fans quieren que se vaya un concursante, se va. Así sucedió con Ariadna en la gala 1 y todo apuntaba a que #ELIminada haría lo propio con la concursante canaria. Independientemente del talento vocal que haya en ellas.

Pero la audiencia no solo decide en este caso sobre el futuro de los concursantes nominados. Este año el arma de las redes sociales está jugando un papel fundamental para la continuidad del programa.

En un extremo, el colectivo enganchado a los ships del programa, que solo ve en él un árbol de relaciones que varía día a día en función del comportamiento y las propias actuaciones de los concursantes. En el otro, el colectivo que todavía cree en el poder de la música y teme que el reality caiga en los clichés de Gran Hermano. La lucha encarnizada está servida y el avatar parece ser Noemí Galera.

En su papel de “madre”, que lleva manteniendo en estas tres ediciones, ha sido el personaje de los tuiteros. Desde el “que ponga orden y no tolere comportamientos irrespetuosos”, con la polémica por los comentarios de Eli o Jesús, hasta que haga de consejera sentimental para los dramas de Samantha o Gèrard. Como telón de fondo, la amenaza con dejar de ver el programa, el talón de Aquiles de la cadena. El último reparto de temas, favoreciendo a los ships de la audiencia, no deja dudas de que ese parece ser el mayor miedo. Tampoco la última polémica despertada con la tauromaquia y la retirada a tiempo de Getsmusic reconociendo que la actitud de Estrella Morente fue desafortunada.

La audiencia nunca ha decidido tanto. Y es que las visualizaciones del canal de YouTube, desde donde se emite el directo durante 24 horas, lo avalan. Así, resulta cada vez más difícil discernir entre el devenir habitual de un reality, acostumbrado a regirse por decisiones televisivas y publicitarias, y el de un producto nacido y medido en Internet, donde los comentarios y las visualizaciones tienen incluso el poder de crear spin offs como el de #Luimelia o Merlí, supere aude.

El hetero-drama está servido, tanto, que incluso los propios profesores han entrado al trapo, con una Andrea Vilallonga reivindicando la diversidad con un jersey arcoíris o un Iván Labanda acudiendo en falda a un pase de micros para defender que cualquiera puede vestirse con la ropa que le de la gana, sin imposiciones de género.

Operación Triunfo  como referente LGTBIQ+

Y es que los fans, cada vez más comprometidos con el colectivo LGTBIQ+, echan en falta más orientaciones representadas en el programa, como ocurrió en ediciones pasadas.

Sin embargo, a pesar de que varios concursantes hablaron de ello en una, al parecer, forzada charla afectivo sexual, el timeline de las redes sociales no deja de reflejar comentarios opinando sobre las supuestas orientaciones de los concursantes, cuestión que entra en conflicto con el respeto y entendimiento que a su vez se encargan de defender.

La propia Ariadna, primera expulsada del programa, la cual tuvo un roce con Eli, ha reconocido en entrevistas al salir que no le parece lícito combatir el bullying con más acoso. Algo parecido a lo que pasó el año pasado con África.

Parece interesante y necesario recordar que las nuevas generaciones aparecen representadas en un grupo de chavales que sufre acoso, presión social, incapacidad para gestionar la ansiedad y mucho bullying. Y son programas con audiencias como la de Operación Triunfo los que deben promover el respeto y apartarse del amarillismo en el que parece haber incurrido el equipo de realización del programa de Gestmusic. Esto es, con vídeos buscando el clickbate o con títulos que destacan el contenido social del programa más que el musical.

Un intento, en opinión de muchos, de rescatar digitalmente un programa que se resiste a dejar descansar el formato. Que incorpora mejoras, como el protagonismo de la composición, la inclusión de canciones escritas por los concursantes como parte del reparto de la gala y el estudio de grabación en el que van a producir los primeros singles de los concursantes estando aún en la academia, pero que encierra grandes retos, como el de la producción masiva de artistas para un mercado cada vez más hostil y copado de producciones de usar y tirar.

De momento, observar a los seres que circulan mediante un libre albedrío controlado encerrados en una casa y, de vez en cuando, lanzar algún tipo de orden a través de un tweet. Por supuesto, no se olviden de guardar la partida antes de cerrar.