Francisco Javier Olivas reconoce que siempre que escribe algo, hay una motivación por abordar un tema que tiene relevancia a nivel social. Son temas que le gustaría cambiar, pero también son aspectos de la realidad que necesitan visibilidad. La suya en esta revista se debe a una recomendación, la del también escritor Fernando Garín. Continuando esa cadena de talento se gesta esta charla con este escritor granadino que acaba de estrenar novela: La memoria prestada (Egales, 2020), sobre uno de estos problemas: la violencia intragénero, aquella que se da entre hombres homosexuales. Sobre el propio estigma de la homosexualidad, o la homofobia que muchos heredamos de manera inconsciente, reflexiona en El tercer lobo (Ediciones Cívicas, 2017).

Biólogo licenciado y psicólogo en ciernes, reconoce que, aunque ambas son disciplinas para preguntarse cosas, estos días de confinamiento uno se pregunta muchas más cosas sobre sí mismo. Aquí unas cuantas preguntas sobre su literatura.

Que le recomienden a uno es todo un honor ¿no? 

Si, por supuesto. Le di las gracias y le dije que me hacía muchísima ilusión que en el momento de pedir una referencia se acordara de mí. Creo que me tenía reciente, acababa de leer, creo, mi novela.

Acabas de sacar a la luz tu segunda novela: La memoria prestada. ¿De dónde surge este proyecto? 

La memoria prestada aborda el tema de la violencia intragénero. Todo empieza hace unos años, durante una cena en Madrid con una serie de personas que terminan por confesar que han vivido situaciones de violencia física con sus parejas (tres hombres homosexuales). Aquella noche hizo que empezara a interesarme por el tema y que comenzara a preguntar a gente de mi entorno. Esto terminó por llevarme a descubrir que el maltrato físico es una realidad de la que no se habla en el colectivo. ¿Quizá por el doble o triple estigma que supone ser homosexual, reconocerlo y reconocerte como víctima golpeada por otro hombre? Sumemos que (en relación a la masculinidad tóxica una vez más) lo lógico es que devuelvas el golpe ante una agresión. No es fácil reconocer que has vivido una situación de maltrato. Así que entiendo el silencio.

Por cierto, quiero aclarar que el hecho de que trate la violencia intragénero en mi segunda novela no implica que milite en el peligroso discurso de defender que todas las violencias son iguales y que no existe la violencia de género. La violencia de género existe y es un problema social de enorme magnitud. Diría que la violencia intragénero es la forma que adopta en las parejas homosexuales el modo de relación que impone el machismo, pero, claro, no podemos hablar en este caso de violencia de género porque las dos personas tienen el mismo género.

La novela está planteada como una historia en la que hay que resolver un misterio: Roderic tiene 24 años y acaba de recibir el alta tras más de un año hospitalizado. Nadie puede explicarle qué pasó y él mismo no se reconoce ante el espejo por padecer una amnesia devastadora. Pronto, tras recuperar una vida que siente como ajena, se topará con el pasado y descubrirá que ha vivido una relación en la que ha habido maltrato.

El Tercer Lobo surge como terapia personal y busca ser de ayuda a otros. Pero te centras precisamente en esa homofobia que no se ve, la que está dentro.

Claro, yo no he sufrido homofobia en el sentido de que a mi no me han agredido o me han insultado. No he sido un adolescente al que han gritado «maricón» ni me han pegado por ser homosexual. Yo no he vivido esa realidad.

El problema en mi caso, y se que también es el caso de muchas personas, es la propia homofobia. El incorporar el discurso homófobo que te rodea, hacerlo propio, asumirlo como verdadero y, por lo tanto, tener un concepto de ti pésimo. La autoestima por los suelos y considerar que eres algo repugnante. Eso es muy difícil de tratar en el sentido de que hasta que no pones en duda ese discurso que has incorporado y que has hecho tuyo, no hay cambio.

Una de las cosas que yo hice fue hacer terapia. La terapia la hice por otro motivo. Por una cuestión de no superar una ruptura sentimental. Pero una vez que vas al psicólogo y te quitas la vergüenza de la etiqueta de: «estoy en terapia», ya permites que salgan otros temas.

Una de las cosas que hice fue trabajar este tema de mi propia homofobia y el mal concepto que tenía. Una cuestión de autoestima por ser homosexual y la idea fue: «voy a compartir mi terapia en forma de novela».

Esto lo repito mucho pero El tercer lobo no es un libro de autoayuda. Entre otras cosas porque yo ni siquiera soy psicólogo todavía, estoy en ello. La idea era compartir mi proceso terapéutico como una novela de aventura. Para que, quizá, pueda servir a otra gente como modelo.

¿Por qué el lobo como símbolo?

Esto es muy curioso. Lo que ocurrió es que cuando voy a terapia y el psicólogo me pide una sesión de hipnosis, que la gente no se imagine algo muy raro, es solamente cuestión de hacer un sesión de relajación profunda y trabajar con la imaginación.

En ese ejercicio, me dice mi psicólogo que visualice o represente esta cuestión de la ruptura que no supero. Y en ese momento, aparece una cueva enorme, de varios metros de altura, y sale un lobo negro con una actitud agresiva que se enfrenta a mi.

Para mi fue muy raro porque claro, en una primera o segunda sesión, da mucha vergüenza contar estas cosas. Pero cuando lo hice me dijo: «qué mejor manera de representar miedo o una amenaza que la imagen del lobo». Y de ahí viene.

Echo la vista atrás y no recuerdo ningún libro en mi etapa de estudiante en el que hablase de nada relacionado con el colectivo LGTBI, ni siquiera un personaje. ¿Esto no debería cambiar?

Sí, y por suerte creo que hay muchísimos autores y autoras que ya están contribuyendo de esta manera. Se que se está creando literatura lésbica, con protagonistas gays, hay literatura trans…creo que la diversidad del colectivo ya lleva una serie de años incorporándose a la literatura y por suerte se que esta literatura está llegando a los más jóvenes y está llegando a los institutos. Yo estoy también en ese carro. En esta idea de conseguir que la diversidad llegue a las aulas porque es una forma muy interesante de hacer activismo.

Además de lo que tú comentas, la tristeza de no leer durante toda la adolescencia a un personaje que sintiera como yo. Ya no solo literatura. Tampoco me pasó en el cine. Los poquísimos referentes en la televisión que yo podía relacionar con la homosexualidad tenían una connotación muy negativa.

Pero esto por suerte está cambiando y hacemos esfuerzos muchos autores y muchas autoras y yo creo que ya estamos llegando. Se que los adolescentes de hoy desde el 2020 están encontrando literatura con referentes LGTB, así que en ese sentido muy bien.

¿Hay gente de tu entorno que al leer la novela se ha dado cuenta de lo que viviste?

Sí, fíjate que recuerdo en concreto a una amiga que ya me conoció cuando ya había salido del armario y me dijo: «no me podía imaginar que hay tanto dolor y tanto sufrimiento y puede llegar a ser tan asfixiante la experiencia de pertenecer a una minoría sexual y tener que pasar una serie de años lidiando con esta situación y con esta presión». Me dijo que le había sorprendido y que le sirvió como una pequeña ventana para asomarse a una realidad que para ella era ajena. En ese sentido le resultó muy interesante.

La figura de los padres siempre está presente en trastornos relacionados con la masculinidad. ¿Crees que tiene que ver directamente o que eso depende de cada caso?

¡Uf! Esto no me atrevería a darte una respuesta. Porque claro, hay una diversidad de caso enorme. Pero sí que te reconozco que diría, y me puedo estar equivocando, que hay cierto patrón ¿no?.

En general para los hombres homosexuales las mujeres sois una salvación, de alguna manera. Esto no quiere decir que no haya madres homófobas. Pero, por lo general, yo siempre he encontrado mayor refugio y he temido menos a la reacción de las mujeres. Quizá porque también sois un colectivo discriminado y bajo el yugo del patriarcado.

Yo creo que sí, no solo los padres, sino los hombres heterosexuales que han estado a nuestro alrededor y esa defensa de la masculinidad tradicional y tóxica siempre ha sido muy perjudicial. Pero bueno, creo que también somos injustos, no se puede generalizar y habrá casos en los que la homofobia no ha venido principalmente de un padre. Puede ser que a los padres les cueste más, a los hombres. Son temas que hay que trabajar, simplemente.

Por ejemplo, para mi padre fue humillante. Él se planteaba en qué había fallado a la hora de educarme. Esto no me lo llegó a decir, pero yo leía entre líneas: «he fallado también como hombre si este es el resultado». Por eso estoy de acuerdo en lo que planteas, que quizá los padres ahí tienen un trabajo importante que hacer.

Yo muchas veces lo pienso, lo cercanos que están el machismo y la homofobia. Creo que se tocan. Porque lo que más se ataca de los hombres homosexuales es que nos parezcamos a vosotras. Que nos comportemos como vosotras, que sintamos y deseemos lo mismo que deseáis vosotras, en el caso de las mujeres heterosexuales. Que seamos femeninos es lo peor que le podemos hacer a la figura del hombre.

Te podría preguntar de donde viene la idea de estudiar psicología pero me lo puedo imaginar. Ahora bien ¿Y biología?

Ya, bueno. Simplemente mi asignatura favorita en el instituto era la Biología. Siempre he tenido una enorme curiosidad por la naturaleza. Recuerdo salir al campo y querer entender todo. Me llamaba mucho la atención comprender el mundo natural.

Y claro, con 17 años cuando eliges la carrera tampoco sabes casi nada de la vida ni del mundo. Pero cuando estaba estudiando la licenciatura existía lo que se llamaban créditos de libre configuración y me pasé toda la carrera planteándome hacer optativas o alguna asignatura de psicología. Osea que siempre ha estado ahí la psicología presente. Y una vez paso por terapia ya me decido.

Son dos materias para hacerse preguntas ¿Qué preguntas te estás haciendo estos días?

A veces me pregunto qué hay en la base de los seres humanos. Hasta qué punto somos de verdad buenos o no lo somos. Quizá es algo muy profundo (risas).

Pensando un poco en las decisiones que se toman y en cómo nos estamos comportando. Yo me reconozco como pesimista y siempre pienso que los humanos somos una plaga y que nos estamos haciendo mucho daño a nosotros mismos y al planeta. Mi vena de biólogo ahí siempre sale. Y me planteo muchas veces esto.

Qué significamos y qué somos. Los cielos limpios sin contaminación y a veces me planteo: ¿Somos de verdad nosotros el virus?. Es una reflexión que también he visto en redes. El sistema económico que tenemos. Parece que si no estamos consumiendo sin límite se va todo al traste. Me planteo lo que significamos a nivel de especie.

¿Continuamos con la cadena de talento? ¿Alguien en mente? 

Sí, Alberto Conejero. Es el último Premio Nacional de Arte Dramático. Tiene varias obras de teatro.

Le conozco por La piedra oscura. Una obra de teatro. Compré el libro, lo leí y me encantó. Lo seguí por redes y hemos intercambiado algún que otro mensaje. Es alguien muy cercano.

¿Más de Cultura y menos de qué?

Y menos consumismo ¿no? Por favor, que nos estamos cargando el planeta. Lo estamos agotando antes de tiempo.