Leo en una nota de prensa emitida por el El Ministerio de Educación y Formación Profesional que en este curso 2018-2019 se pondrá en marcha la «Escuela de pensamiento computacional» (ostras, vaya nombre tan potente, pienso yo). Lo primero que me viene a la cabeza es que hace unos días salí aturdida de ver la obra «1984», basada en el texto de Orwell en el Teatro Galileo. Me recuerda a su «policía del Pensamiento», que no dista tanto de los medios sesgados en los que sí, hay amplia variedad de opiniones, pero no todas por un mismo canal.

En el texto no había Ministerio de Educación pero sí del Amor, de la Paz, de la Abundancia y de la Verdad, aunque igual que nuestro Ministerio de Educación y ahora, Formación Profesional, no son fieles a su título nobiliario. Igual que hay Reyes que no reinan, o nobles con pasado oscuro.

Sin embargo, esta «Escuela de pensamiento computacional» también me recuerda a otra novela más reciente, [amazon_textlink asin=’8423326284′ text=’Oxford 7 de Pablo Tusset‘ template=’ProductLink’ store=’masdecultura-21′ marketplace=’ES’ link_id=’a80a1955-d8e3-11e8-be3d-05b3073abfc6′]. Otra de estas que da miedo por sus predicciones macabras. A pesar de publicarse en 2011 ya predecía las huelgas estudiantiles contra el sistema, el dominio de la tecnología, la muerte a las artes clásicas y nuestros viajes para colonizar el espacio después de habernos cargado por completo la tierra.

El escritor catalán creó una sociedad donde no hay médicos, sino “ingenieros sanitarios”; hay Facultades universitarias, patrocinadas por grandes firmas comerciales, como Apple y Coca-Cola, de Ingeniería Sexual, de Artes Plásticas Precomputacionales, de Ingeniería Emocional, y cátedras de Pintura Plana, Emotividad Diferencial, Heavy Metal Precomputacional y otros títulos igualmente chocantes, pero cercanos.

En la novela, los protagonistas enviados de Oxford 7 tienen una misión en la Barcelona futurista, una ciudad que se recupera de la Toma de la Boquería (¿les suena a algo que pasó en 2017?). En este universo creado por Pablo Tusset, el único valor que sobrevive en la ciudad, inmune al tiempo, es el Barça, eso también me suena. Por  cierto que el «capitán de la revolución» se llama Francisco Asis y designa (A-Sis) a los nuevos rebeldes. Miedo, mucho miedo.

En el texto que recibo en mi correo leo que «el objetivo principal es ofrecer recursos educativos abiertos, formación y soluciones tecnológicas que ayuden a los docentes a incorporar esas habilidades en las aulas». Imagino que se refieren a que los profesores de instituto sepan, de una vez por todas, iniciar sesión en los ordenadores, o que en la universidad se dejen de usar transparencias (a mi, en 2010 me pasó, imagínense en lo nombre de la universidad).

Lo que más me sorprende leer es que hay investigadores que revelan que incorporar experiencias de
programación y robótica en los primeros años educativos incide de forma positiva en la motivación de las niñas en relación con las materias conocidas como STEM (Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemáticas). Osea, que el hecho de que haya menos científicas se debe a que en el colegio no trastearon con la robótica. ¡Y yo que pensaba que tenía que ver con los referentes!

La Escuela de Pensamiento Computacional también quiere que los pequeños aprendan la programación informática, a saber, si luego de mayores la utilizan de manera ética o no, quizá esta última, la materia de ética, debería enfocarse de otra forma ahora que van a aprender a controlarlo todo con el código.

Y visto lo visto, se habla mucho de que todo esto ayuda a las carreras técnicas y científicas pero yo me pregunto ¿Qué habría sido  de los últimos líderes políticos si hubieran dominado la técnica de la programación y la robótica? En el año en el que yo me preparaba para la universidad muchos decían que había que estudiar Administración de Empresas, Economía y Matemáticas, que eso era el futuro. Pero nadie les contó que para administrar una empresa no es necesario solamente saber de números, también de las personas, de las relaciones, de la ética y la filosofía, de las letras. ¿Quién se acuerda de las letras en el universo de Orwell de «1984»? En «Fahrenheit 451» se quemaban libros y en «[amazon_textlink asin=’8497594258′ text=’Un mundo Feliz‘ template=’ProductLink’ store=’masdecultura-21′ marketplace=’ES’ link_id=’9da4b413-d8e4-11e8-ad51-f342a4a57b98′]» tampoco existían.

Y con esto, yo que me encuentro dentro del cajón de Millennial, que también soy de esa «generación perdida», que crecí influenciada por los 90 y los 2000, que al fin y al cabo soy una «cría», me siento mayor. Porque los ordenadores de sobremesa empezaron a llegar a las casas en mi infancia y ahora, siento que hay un cambio de era. Como en «[amazon_textlink asin=’8497599292′ text=’2001: una odisea en el espacio‘ template=’ProductLink’ store=’masdecultura-21′ marketplace=’ES’ link_id=’7cf213d1-d8e5-11e8-8666-e9c4172f6230′]» cuando se lanza un hueso al aire y ya nada vuelve a ser como antes, aquí, alguien lanzó un smartphone y el whatsapp, y nada volvió a ser como antes. Bienvenidos a la era Postcomputacional. Sálvese quien pueda.