¿Cómo influyó el arte contemporáneo en la última gran epidemia del siglo XX? Andrea Galaxina, a la que conocimos desde el mundo fanzine, ha publicado Nadie miraba hacia aquí, un ensayo sobre la marginación y el abandono institucional que sufrieron (y sufren) las personas que vivían con VIH/sida desde que se diagnosticaron los primeros casos. Hablamos con ella sobre cómo el «arte de guerrilla» sirvió de contexto histórico para retratar la lucha LGTBIQ+, pero también del racismo, la aporofobia y el machismo de una sociedad desinformada y llena de prejuicios.

Me sentí muy identificada cuando mencionas que tu primer contacto con el sida fue tras la muerte de Freddie Mercury y que en seguida relacionaste que necesariamente tenía que ser gay, por esa falta de información y de referentes. ¿Cómo fue el proceso desde este primer impacto, pasando por ese “miedo al contagio” que se instauró en los 90 hasta ver Nadie miraba hacia aquí impreso?

Creo que la gente que crecimos durante los años 90 hemos tenido muy marcado el miedo al sida y al tabú que había a su alrededor. En mi caso siempre lo relacioné con cosas oscuras o de las que no se podía hablar: drogas, jeringuillas, sexo… Cuando era pequeña no entendía nada sobre el virus y toda la información que me podía llegar me parecía confusa. Con los años, durante la adolescencia empecé a relacionarla con el hecho de ser gay y de hecho muchos de mis amigos gays compartían el horrible miedo a morir por el sida. Todos estos datos que se mezclaban en mi cabeza empezaron a tener sentido cuando comencé a informarme sobre el tema, algo que me descubrió las numerosas connotaciones que tuvo y tiene la crisis del sida y que van más allá de ser únicamente una crisis sanitaria. Precisamente, el hecho de que el sida sea, como dijo Paula Treichler «un nexo donde múltiples significados, historias y discursos se cruzan, se superponen, se refuerzan y se subvierten unos a otros», fue lo que me hizo acercarme a la epidemia desde un punto de vista más teórico a partir del arte contemporáneo y fue así como nació «Nadie miraba hacia aquí».

Sobre arte y VIH en España, ¿cómo se ha tratado? ¿Hemos ido siempre por detrás (artísticamente hablando) de la tendencia estadounidense? En el libro hablas de que en España hubo una mayor incidencia del virus en usuarios de drogas intravenosas, ¿cómo se adaptaron las campañas a la situación de nuestro país?

En lo que respecta al arte sobre VIH/sida en España, sí, hemos estado siempre muy a rebufo de lo que se estaba haciendo en Estados Unidos. Esto no quiere decir que estas propuestas no sean interesantes leídas desde nuestro contexto, pero es verdad que la situación aquí fue algo distinta a lo que ocurrió en Estados Unidos, porque para empezar, aquí tenemos la suerte de tener una sanidad pública cosa que allí no tienen y que provocó el abandono de muchísimas personas que no podían acceder a una asistencia sanitaria digna. En ese sentido las circunstancias obligaron a un activismo muy radical porque era un asunto de vida o muerte y aquí ese activismo no existió, o al menos no de una manera tan amplia como en Estados Unidos. En España, con la excepción de grupos como La Radical o LSD que importaron algunas estrategias de ACT UP o artistas como Pepe Miralles, que es a mi modo de ver el artista más interesante y cuya obra también bebe mucho del lenguaje de EE.UU., el activismo tenía un tono más asistencial y no tan transformador. El activismo antisida en EE.UU. se enlaza dentro de la tradición activista que venía del feminismo y de lo que se llamaba el movimiento de liberación gay de los 70’s aquí sin embargo no va a existir un activismo antisida potente ligado al colectivo LGTBQI+ porque por un lado, como cuenta Ramón Martínez en «Lo nuestro sí que es mundial», los grupos/asociaciones que había rechazaron hacer activismo contra el sida porque temían que la ecuación sida=gay se volviese inseparable, y por otro lado, aquí la incidencia de casos de sida impactó principalmente en los usuarios de drogas inyectables y por eso las primeras medidas institucionales contra el virus se tomaron desde el Plan Nacional sobre Drogas y de manera informal por parte de asociaciones vecinales o de madres cuyos hijos e hijas se habían visto afectados por el sida.

Parece que hablar sobre el sida está perdiendo presencia de los medios occidentales, y eso que en el mundo hay 37 millones de personas que viven con VIH. ¿Sigue existiendo una estigmatización tan bestia del sida? ¿Estamos menos informados incluso que antes?

Sí, el estigma y la desinformación lamentablemente siguen existiendo. Por un lado existe la creencia errónea de que el VIH es algo del pasado, algo que ya no existe y que ya nadie se contagia con el virus algo que, por otro lado, está relacionado con la falta de información. El hecho de que muy poca gente que vive con VIH se atreva a “salir del armario” en este sentido nos habla de que el estigma y el miedo siguen existiendo. Hay mucha más gente viviendo con VIH de la que nos podemos imaginar pero decirlo sigue siendo muy difícil porque la mayoría de personas siguen relacionando vivir con VIH con algo terrible y contagioso y en ese sentido ni los medios de comunicación ni los colectivos LGTBQI+ institucionales han hecho un buen trabajo, hablar del tema solo el 1 de diciembre no es suficiente. La homofobia y la hipocresía católica tienen aún un peso enorme y nos impiden hablar de una manera clara sobre sexualidad, sobre prácticas de riesgo y cómo practicarlas de forma segura, sobre tratamientos preventivos o sobre el uso de drogas. Mientras no hablemos de estos temas sin echarnos las manos a la cabeza seguirá habiendo contagios y la vida de las personas que viven con VIH seguirá siendo más difícil, y no por el virus en sí mismo.

Siguiendo con esta cuestión, era casi obligatorio hacer la comparativa con la COVID-19, ¿hay epidemias de primera y de segunda? ¿Cómo es posible que en un año se hayan conseguido varias vacunas para este virus y que en cambio la del VIH siga con ensayos clínicos después de más de veinte años?

Bueno, es lo que decía en la respuesta anterior, la homofobia, la transfobia, el racismo, la aporofobia, operan en todos los aspectos de nuestras vidas y en el plano sanitario no iba a ser menos. Gran Fury, en uno de sus posters, incluyeron la frase de un directivo de una empresa farmacéutica en la que decía que el sida no era rentable. Lo mismo ocurre con otras enfermedades que han causado pandemias, como por ejemplo el Ébola, como la incidencia de esta está en África tampoco es rentable. Más que haber epidemias de primera y de segunda hay personas que sufren estas epidemias de primera y de segunda. Afortunadamente, en el caso del sida, ahora mismo parece que se está cada vez más cerca de la ansiada vacuna, además los tratamientos disponibles son efectivos y menos agresivos; la inversión en investigación es alta y desde instituciones como la ONU se llevan a cabo campañas importantes, de hecho, la ONU cuenta con un programa específico para el VIH/sida: ONUSIDA (UNAIDS). La cuestión es que esos tratamientos efectivos lleguen al mayor número de personas posibles, especialmente aquellas que no viven en países ricos o que no tienen acceso a ciertos recursos.

Desde el aidsgate de Reagan hasta la famosa fotografía de Lady Di dándole la mano a Ivan Cohen, ¿qué relación han tenido las fotografías de rostros conocidos con el arte de guerrilla relacionado con el sida?

Hay que señalar que el arte de guerrilla usó la imagen de personas famosas para denunciar, en el caso de Reagan, que su incompetencia había causado miles de muertos. De hecho, era una práctica habitual señalar directamente a aquellos que con sus decisiones habían provocado que la epidemia se extendiese de manera brutal. Luego hubo otros famosos que por un motivo u otro pusieron su imagen para dar visibilidad a la lucha contra el sida, pero las motivaciones y los objetivos en uno y otro caso son diferentes. Los activistas querían una transformación radical de las cosas y para ello, entre otras estrategias, decidieron no estar callados ante las negligencias que se estaban cometiendo desde la clase política.

La imagen de Lady Di dándole la mano a una persona que vivía con sida fue importante, claro, porque estamos hablando de la que posiblemente era la persona más famosa del mundo en esos momentos, cuando aún se temía que el sida se pudiese contagiar solo con tocar a alguien que tuviese la enfermedad o cuando unos años antes Rock Hudson anuncia públicamente que vive con la enfermedad. Estas ayudaron a dar algo de visibilidad y a que el tema estuviese momentáneamente en el centro del debate pero no tuvieron la transcendencia transformadora del activismo.

Hubo gran cantidad de iconografía creada a partir de la apropiación, como el famoso triangulo rosa de Silence=Death o el póster Enjoy AZT. ¿Cuál destacó sobre el resto de campañas? ¿Qué obra elegirías como tu favorita en cuanto a mensaje y diseño?

Creo que todos los posters fueron importantes porque todos buscaban señalar problemáticas concretas dentro del amplio espectro de cuestiones que atravesaban la crisis del sida: la homofobia, el miedo, la codicia empresarial, el racismo, etc. Silence = Death fue significativa porque fue el primer poster que además de tener la intención de denunciar también tuvo muy claro que la parte estética y formal eran muy importantes para que el mensaje llegase y calase. Es también mi obra preferida por su sencillez y eficacia, además el mensaje sigue estando vigente, se puede aplicar a la crisis del sida pero también a muchos otros asuntos. También me gusta mucho RIOT, que es la respuesta al AIDS de General Idea y es un buen ejemplo del espíritu punk de Gran Fury. Otros posters importantes fueron el de Read My Lips, que también se acabó convirtiendo en un icono de la lucha contra el sida y la homofobia, el de The Government Has Blood on Its Hands que de nuevo usa una iconografía sencillísima pero muy efectiva y directa.

Silence=Death Project

El 53% de todas las personas que viven con el VIH son mujeres y niñas, ¿cómo ha sido el papel de la mujer a la hora de visibilizar la enfermedad? ¿La forma de protesta que nace en el 81 bebe mucho de la lucha feminista?

Las mujeres han tenido un papel fundamental en el activismo antisida aunque hayan sido las menos visibles. Fueron fundamentales en denunciar la perspectiva machista —que en general tiene la ciencia y la medicina— que se dio de la enfermedad cuando en la definición de caso del sida no se incluyeron las dolencias que experimentaban las mujeres provocando que muchas no fuesen diagnosticadas con todo lo que eso conllevaba. Muchas de las estrategias activistas que se llevaron a cabo con el sida retoman las que previamente habían desarrollado las feministas, especialmente en lo que tenía que ver con la autogestión de la salud, algo que las mujeres históricamente han tenido que desarrollar dado el abandono que tradicionalmente la medicina ha experimentado con respecto a los problemas específicos de las mujeres y personas no cisgénero.

Más allá del papel, ¿cómo se ha retratado el sida en el cine, por ejemplo en películas como Dallas Buyers Club, Philadelphia o It’s a Sin? ¿Qué serie o película nos recomiendas?

Philadelphia ha sido y probablemente siga siendo el gran producto cultural sobre el sida. Una película mainstream con verdaderos estrellones que trató el tema desde y para personas heterosexuales que no vivían con sida, por lo que todo está dulcificado y heterosexualizado para que nadie se asuste, de hecho, si nos ponemos a analizarla la historia que cuenta no es la de Andy, el abogado gay con sida, sino la de Joe, el abogado hetero y su proceso de la homofobia profunda a la “tolerancia”. El papel de Andy es muy limitado y reproduce algo habitual en los relatos de las personas que viven con sida: son víctimas sin agencia ninguna, no tienen más identidad que la de “enfermos de sida”. En fin, hay mil cosas para analizar y criticar en Philadelphia.

Las otras dos que me dices son más actuales, hechas en contextos distintos a Philadelphia que es del 93, un momento en el que las muertes estaban disparadas y aún no existía un tratamiento eficaz, también es importante analizarlas en su contexto. Dallas Buyers Club me parece una peli interesante por el tema que trata, los clubes de compradores y la necesidad de autogestión de las personas que vivían con sida para poder acceder a ciertos fármacos cuando las autoridades sanitarias de EE.UU. obstaculizaban la comercialización de nuevos medicamentos. Pero la elección de Jared Leto para hacer de una mujer trans me parece horrible. It’s a Sin, para ser un producto tan actual, me temo que vuelve a repetir algunas cosas problemáticas de pelis de los 90, bienintencionado pero mal resuelto a mi modo de ver. La verdad es que no me gustó.

Mis dos películas preferidas sobre el tema son The Living End y 120 pulsaciones por minuto. La primera es del director Gregg Araki, uno de los principales representantes del New Queer Cinema, que nace un poco como contra relato a la representación mainstream de las personas queer en el cine y The Living End es un buen ejemplo de cómo se puede hacer una película sobre vivir con sida que no redunde en la idea de víctima. Por su parte 120 pulsaciones por minuto es una peli de Robin Campillo que se centra en el funcionamiento de ACT UP Paris y muestra cómo eran las dinámicas del activismo antisida en aquellos momentos. Ambas muy muy recomendables.

¿Crees que el fanzine como arma de protesta sobrevivirá al formato digital? ¿Te imaginas un fanzine en un ecosistema como el metaverso o crees que permanecerá en los márgenes?

¡Por supuesto que sobrevivirá al formato digital! Desde principios de los 2000, con la explosión de los blogs, se viene discutiendo sobre que lo digital podría acabar con el fanzine y ya llevamos 20 años viendo que eso no va a ser así en absoluto. Es más, lo digital ha ayudado a que un medio como el fanzine sea conocido y practicado por personas cuyos entornos hacían más difícil el acceso a él: antes de internet y de las redes sociales si vivías en un pueblo o no pertenecías a determinadas escenas era difícil toparse con un fanzine, sin embargo ahora es mucho más fácil y esto hace que mucha gente, independientemente de su entorno, pueda y quiera hacer fanzines. Creo que lo digital y el fanzine son dos cosas diferentes, que ofrecen distintas posibilidades y que no tienen por qué sustituir el uno al otro. Cuando haces un fanzine buscas algo diferente a cuando escribes un tweet o compartes una story, todo puede convivir e incluso estimularse.

La verdad es que no sé muy bien que es lo de metaverso, intento mantenerme en la medida de lo posible ajena a las cosas que se les ocurren a los millonarios de silicon valley, no me interesan nada. Así que no te puedo responder.

Y por último, una pregunta que solemos hacer a nuestrxs entrevistadxs. ¿Más de cultura y menos de qué?

Menos fascismo, nos va la vida en ello.